Capítulo XXIII

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El omega caminaba con tranquilidad al mismo tiempo que buscaba a su rubio amigo. Mientras andaba, se permitió mirar su entorno de nuevo; la verdad era que el sitio no le parecía demasiado confortable. Acomodado al aire puro que se respiraba en el país más recóndito de África, aquel aire pesado y húmedo llegaba a incomodar. 

Con un suspiro pesado llegó a la vieja cocina. Ésta sólo contaba con un microondas, un grifo de agua corriente, una nevera semi funcional y una cafetera que había visto días mejores. 

Una vez dentro, pudo ver a Natasha y Xabier charlando con normalidad. El cambio en ambos era palpable, el omega tenía el cabello más largo, desordenado y se apreciaba mejor la ondulación en estos, su suéter estaba algo descuidado y su sonrisa amable ahora era una de profundo cansancio. La alfa, por su parte, presentaba menos cambios, pero para el ojo casi experto del omega, se podían apreciar: Natasha, ya no llevaba su cuidado maquillaje, su cabello estaba más largo y sin teñir, a si que pequeñas raíces rubias empezaban a ser visibles en la mujer. 

—Buenas tardes, Barnes. —La voz de la mujer le sacó de su ensimismamiento y le animó a hablar. 

—Buenas tardes... —Ni se había percatado de que el sol ya había desaparecido por completo. Tendrían que ser aproximadamente las 7 o 7:30 de la tarde. —Siento interrumpiros, estaba buscando a Steve. 

—Está hablando con Tony, no tardará mucho en aparecer. ¿Ya te has instalado? No hay muchas habitaciones pero seguro que encuentras alguna libre. —Escuchó la voz dulce del omega.

—Yo pensaba que eras un rastreador nato. —Bromeó Clint, quien acababa de entrar en la cocina para hacerse un sandwich. 

—Hace meses que no hago ese tipo de cosas, así que, las he olvidado. —Se encogió de hombros. 

—Las viejas costumbres nunca se olvidan. —Sonó casi como una advertencia por parte de la pelirroja. 

James rió un poco y dando por finalizada la charla, salió de la cocina con un escueto despido y acabó asomado a una ventana, sintiendo el frío de la calle y la brisa de la noche. 

—No es recomendable que hagas eso, Bucky. —Escuchó la voz de su amigo. 

—¿Por qué? Estamos a kilómetros de una autopista o establecimiento comercial. No hay cámaras que puedan vernos. —Razonó el castaño. 

—No, hemos elegido bien el sitio. Pero, siempre cabe la posibilidad de que alguien pase y te vea. 

James al haberse apartado de la ventana, Steve se acercó para cerrarla. 

—Te quería preguntar... ¿Cómo puedo convencerte de poder tener una charla con Zola? A, y luego hablaremos del sitio que habéis escogido. —El Omega habló con una extraña voz alegre. 

—¿Qué pasa con el sitio que hemos escogido? —Ignoró la primera pregunta. 

—No no, Steve, primero me dices como poder hablar con Zola, y luego, si eso, te digo el pequeño problemita. —Sonrió. 

El rubio suspiró con pesar. —No eres demasiado bueno negociando. ¿Por qué quieres verle? —Increpó. —El último que le vio, se fue. 

—Erik es muy impulsivo, yo solo tengo un par de dudas y él me las puede solucionar. —Sonrió un poco. 

—¿Dudas sobre...? —Le tiró un poco más de la lengua. 

—Vale te cuento todo, por que si no no te vas a callar. —Tomó algo de aire. —La razón por la cual he venido aquí a pesar de no haber terminado mi rehabilitación... Es que escuché algo sobre alguien que me estaba buscando, y bien, la lista no es corta que digamos. Pero aquí seguro que es más  complicado que me encuentren. Además no estoy seguro sobre el lugar donde tenéis encerrado a Zola, y quiero que me confirme la contraseña y la hora. —Empezó a enumerar mientras movía sus manos a la hora de explicar. Había empezado a ignorar el hecho de que su amigo hiciera más caso a su brazo derecho que a sus explicaciones. —Steve, ¿me escuchas o estás ocupado con mirar mi brazo? —Casi gruñó. 

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