Capítulo XXV

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Después de andar durante horas por zonas sin comercio, pues los metros a esa hora ya habían cerrado y no querían ser un blanco tan fácil para las cámaras, consiguieron llegar a su base sobre las 4 de la mañana.

Completamente agotados tanto psicológicamente como físicamente hablando, Steve, con la ayuda de Erik, metieron al prisionero en una habitación de aspecto viejo y con  un potente olor a humedad. Ataron al inquieto hombre y aseguraron la mordaza que llevaba para que sus gritos no alertasen a nadie.

Erik, quien ya estaba cansado de tanto movimiento, golpeó al azabache con la culata de su arma, dejándole algo mareado y casi inconsciente.

Pero la noche no había terminado, tenían que revisar a sus compañeros pues muchos habían resultado heridos en el confrontamiento.

Como había demasiados heridos, se ayudarían por habitaciones, así todos tendrían atención médica casi al mismo tiempo.

James, quien era completamente reacio a que otro tocase sus heridas, se fue a una esquina de la habitación, y como si se tratase de un animal, empezó a curar sus heridas mirando mal a cualquiera que se acercase a él.

Pero la cura no era fácil si tenía cortes en la espalda producto de los cristales que se habían roto durante el enfrentamiento armado.

—¿Quieres que te ayude? —Preguntó T'Challa, quien se había puesto de cuclillas para estar a su altura.

—No tienes ni idea de curar heridas. —Le gruñó el omega mientras se pegaba más a su esquina.

—Me han enseñado. —Sonrió un poco. —¿Te ayudo?

El omega suspiró. Era eso o tener esas esquirlas en la espalda hasta que ellas se cayeran, o la piel cicatrisase al rededor de ellas.

—Muy bien, a delante. —El menor levantó su camisa y el alfa empezó a reiterar los pequeños trozos de cristal que se habían acoplado a la espalda del más bajo. Después de retirar cada una de las esquirlas y limpiar las heridas del chico, terminó.

—Ya está, tienes la espalda limpia. —Dijo con ánimo y una sonrisa.

—Gracias.—Fingió gratitud y se tumbó de lado en la cama, con la ropa puesta. Le daba exactamente igual acostarse con la ropa. Estaba cansado.

El resto de la noche pasó tranquila, aun que solo pudieron dormir 3 horas más hasta que una repentina llamada les despertó.

—¿Diga? —Preguntó Steve somnoloento.

"Tenemos malas noticias Capitán, han ayudado a escapar a Zola."—Se escuchó a través del aparato, dejando al rubio petrificado en su lugar.

—¿C-cómo? —Preguntó de nuevo sin poder creerse todas esas palabras.

" Al parecer alguien sabía cuales serían los cambios de personal y aprovecharon el tiempo para liberar al médico" —Habló denuevo la voz.

A tal impresión, Steve dejó caer el teléfono y avanzó hasta la habitacion donde el prisionero descansaba.

El golpe de la puerta abriéndose y cerrándose alertó a todos, sobre todo al prisionero quien dormía incómodamente atado a una silla.
El alfa arrancó de un tirón la mordaza hecha de tela que cubría la boca del beta. La comisura de los labios de este estaba enrojecida y rozada por el contacto con la aspera tela.

—Habla ahora mismo. —Ordenó Steve sin llegar a usar la fuerza o la violencia.

Pero el beta no habló, solo le contuvo la mirada con un rostro de indiferencia. Para Rumlow, Steve no era nadie peligroso, en realidad le veía como una mosca molesta.

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