Capítulo 9⭐

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Me levanté gracias a mi alarma, me metí al baño e hice mis necesidades. Cuando salí mi celular sonó indicando que me había llegado un mensaje y al abrirlo tenía un mensaje de mi equipo de vóleibol diciendo que mañana tendría un partido, minutos después me llegó uno de Jean avisándome que fuera a desayunar.

Saqué las llaves, mi celular y algunos paquetes de galletas para todos. Caminé hacia el departamento de los chicos y antes de tocar, Jean aparece en ella.

— Te tardaste, ya iba a buscarte— Reprochó con los brazos cruzados queriéndose mantener serio.

— Perdón por la tardanza, señor puntual. — Mencioné riendo.

— Ya, pasa. — Dijo haciéndose a un lado.

Al entrar todos estaban a punto de desayunar.

— Buenos días. Provecho. — Dije sonriendo.

— Buenos días. Gracias. — Contestaron al unísono a lo que rieron.

Me serví y serví las galletas en un plato. Hablamos un poco y después de un tiempo Jean sacó el tema de unirme a ellos.

— Oigan. Opino que ___ forme parte de nuestro grupo, total siempre pasa tiempo con nosotros. — Levantó los hombros.

— Joder, tío. Que buena idea. — Dijo Naim.

— A mí me encanta la idea. Sería bueno tener otra mujer en el grupo, así ya no soy la única y ___ es súper cool. — Agrega Darián.

— Súper culera. — Dice Orson, y todos ríen.

— Creo que todos estamos de acuerdo. — Concluye Ralf. — Así que ___, ahora eres parte de esta familia.

— Muchas gracias, en serio. De verdad ustedes son muy importantes para mí. — Dije con una sonrisa.

Todos nos paramos y nos dimos un abrazo grupal.

— Pues mañana te presentamos como integrante en las redes. — Dice Jean.

— Por cierto, chicos. Mañana tengo un partido, por si quisieran acompañarme. — Sonreí como niña chiquita.

— Oh, sí. ¡Yo quiero ir! — Dice Libardo.

— Sí, creo que deberíamos ir todos. — Opina Orson y todos están de acuerdo.

Después de esa charla nos dedicamos a grabar. Estaba grabando este tik tok con Libardo.

Después de tantos intentos conseguimos uno que nos gustara vi que Jean nos estaba observando con el seño fruncido y brazos cruzados, cuando él se dió cuenta que lo veíamos se acercó hacia nosotros.

— Ella es mía. No la toques. — Dice abrazándome por la cintura y con tono de niño chiquito.

— Uy, quién sabe. Quizás sea mía. — Respondió Libardo con cierto tono de picardía.

— ¡Libi!. — Exclamé en forma de regaño.

— Ya, está bien. — Rió Libardo, y se fue.

— No es justo, no hemos grabado en todo el día. — Se cruzó de brazos e hizo un puchero con sus labios.

— Anda, vamos a grabar los que tú quieras. — Agarré su mano y lo arrastré a la habitación.

Eres Mía. [Jean Carlo León.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora