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Emma

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Emma.

Era un día hermoso, el sol estaba en su punto y hoy servirían lasaña para el almuerzo. Según Lía eso sucede una vez cada dos años, por lo cual debemos llegar antes que muchos para alcanzar una rebanada, por más pequeña que sea.

No sé porque corremos. Cualquiera puede preparar una lasaña en el horno de su casa, pero supongo que la escasez de ella en la escuela es lo que lo hace tan excitante.

—¡Corran! —Grita mi prima.

Karla va más rápido que todas con ayuda de sus piernas largas.

Al principio Karla y yo tuvimos un mal comienzo, ahora diría que es más cordial nuestra relación.

Corro tras ellas con todas mis fuerzas. El equipo de fútbol nos pasan como rayos en una tormenta, uno de ellos hasta empuja a Karla para que le deje pasar.

—¡Malditos! —Lía se pone furiosa.

Seguimos a paso rápido pasando la puerta principal de la cafetería. Las tres sentimos la derrota al ver una fila de al menos 26 chicos.

—¡Corre a la segunda! —Aparece Duncan con su nuevo amigo Leonard.

Leonard y yo compartimos una mirada. Es obvio que nosotros tendremos que competir por un lugar en la segunda fila. Lía y Karla me abandonaron y se fueron con el rubio.

Casi siento una viñeta imaginaria sobre mi mirada y la de Leonard, como en los comics vaqueros.

Tomo aire dando media vuelta y echo a correr. Todo sea por ese pedazo de gloriosa lasaña.

Espero que valga la pena el ridículo que estoy haciendo.

—¡Ninguna niña va a ganarme! —Corre el pelirrojo de anteojos.

—¡Ya verás! —Digo.

Estoy a punto de llegar... cuando algo me hace resbalar por el suelo.

¿Lo bueno? Llegue a la fila primero gracias a ese "empujón".

¿Lo malo? Choque con alguien.

—¡Auch!

Quería levantarme, pero el brazo dolía y creo que me torcí el tobillo.

—¡Ah! —La queja de un chico me hizo moverme.

Estaba sobre él ¡Bien hecho, Emma!

—¿Te encuentras bien? —Pregunta mi prima desde la punta de la otra fila.

—¡Genial! —Finjo con el pulgar arriba.

—Ninguna chica puede vencerme, te lo dije —habla con burla el maldito pelirrojo.

El cuatro ojos se forma en la segunda fila con una sonrisa de victoria en el rostro, hasta los tres pelos que tiene en el bigote se ven felices.

Me siento sobre el suelo masajeando mi tobillo. Seguro todos me miran, aquí sentida sobre el suelo de la cafetería, la nueva, Emma Paije. Qué vergüenza.

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