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Emma

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Emma.

Mi corazón se apachurro cuando Oliver me dio la espalda, una parte de mí quiso ir tras él, pero eso le hubiese dado una idea equivocada. Lo que dije fue cierto, Oliver siempre será mi primer amor, importante en mi corazón y mi vida —además de que nuestras familias son amigas—, pero Malik... él me hace sentir cómoda de inmediato; me hace reír y disfruta conmigo las cosas más comunes.

Mi corazón tomó su decisión, quiero estar con Malik.

(...)

Las clases habían terminado, le eché un vistazo al asiento vacío de Oliver al fondo, me sentí mal por él, no entro a clases después de nuestra conversación en el pasillo.

Espero que él lo entienda y algún día conozca a una chica con la que se sienta igual de cómodo y feliz como yo con Malik.

Hablando de Malik... había llegado la hora de hablar con él sobre lo que pasó con Oliver y también de mis sentimientos hacia ambos. No quiero ser la clase de novia que le oculta cosas a su novio para evitar discutir, no quiero comenzar esta relación de ese modo.

Al salir me despido de mi prima, ella me dice que todo estará bien y me exige que le llame por la noche. Tomó mi bicicleta y camino con ella a un costado hasta donde Malik me esperaba.

—Hola —le sonrió apenada.

—Emma, ¿pasa algo?

—Ah... —Trago saliva.

Veo a mi prima a lo lejos dándome sus pulgares arriba mostrando su apoyo.

—En realidad, me gustaría dar un paseo contigo.

—Claro... —Habla con duda.

—Vamos.

Ambos nos montamos en nuestras bicicletas. Lo guió hacia el pequeño bosque de Membor, seca del lago. Pedaleamos en silencio hasta llegar al tercer y más grande puente dentro del bosque.

Respiro el olor de la tierra mojada y me tranquilizo con el sonido de las hojas secas bajo el peso de mi paso. El otoño en Vermont es bellísimo, y podré disfrutar de él en cuanto hable con Malik.

Páramos y recargamos nuestros vehículos de dos ruedas sobre la baranda de madera. Soy la primera en sentarme a la orilla del puente, el viento es frío y el lago fluye con más rapidez de lo habitual.

—Se acabó, ¿no es cierto? —Dice al sentarse junto a mí.

Lo miro con los ojos bien abiertos.

—No, eso no...

—¿Entonces qué ocurre? Ayer aceptaste ser mi novia y hoy te escondes de mí.

—No me escondo, estoy aquí —me defiendo.

—Sabes de lo que hablo, te busqué durante el almuerzo, tampoco respondiste mis mensajes, te negaste a salir conmigo esta semana.

—No uso el teléfono durante clases —me excuso mirando mis zapatos.

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