La otra familia

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Hace unos meses, mi padre conoció a una chica en el trabajo, una clienta. Sé que se llevan viendo todo este tiempo porque hay veces que sale sin decirme a donde o simplemente que tiene que atender a un cliente. Por ejemplo, hoy.

-Tengo que ayudar a un cliente.

-¿Puedo ir? -pregunto.

-No -responde.

-¡Pero quiero iiiir! -me quejo.

-¿Desde cuando te gusta mi trabajo? -pregunta molesto cogiendo las llaves.

-Desde siempre. Te recuerdo que seré magizoóloga -digo de forma arrogante.

Me mira por el espejo con semblante serio mientras se arregla la corbata.

-Ya... bueno, llego tarde. Nos vemos luego -se despide con un beso en la frente.

Él se va y yo me asomo a la ventana del salón. Desde ahí le veo sacar una mochila del maletero del coche, arrancarlo y marcharse.

-¡Me aburro muchísimo! -se queja Altaír.

-Yo también -digo tirándome en el sofá-. No tengo a nadie con quien quedar y a papá le veo menos que una mariposa sus alas.

-¡Alégrate por él! Después de muchos años por fin tiene libertad.

-¡Tengo una idea! -digo poniéndome de pie.

-Sorpréndeme, Vicky el vikingo -dice riendo.

Me pongo las gafas de sol, una gorra blanca, cojo las llaves de casa y salgo.

>>¡Eeeeoooo! ¿Me puedes decir a donde vamos?

A la casa de Bianca. Sé donde vive, estuve viendo los informes que tiene en casa.

-¿Y cómo supiste cual era?

Porque su foto está rodeada con un corazón de tinta.

-Ajá, bien... ¿no conoces lo que es la privacidad? -pregunta riendo.

Vamos hasta el barrio donde vive esta mujer y me voy escondiendo entre los arbustos hasta que llegamos a la casa. Ahí encontramos el coche de papá y a este cambiado de ropa.

>>¡Se van de vacaciones y no te han avisado! -grita Altaír.

No seas tonto. Quizá van a pasar el día juntos sin más.

-¡Y sin ti!

Cuando la mujer sale, le saluda con un beso y después se montan en el coche. Tardaron en arrancar y pude ir a por un taxi a la parada que está justo dos casas por detrás y me monto.

-¡Siga a ese coche! -digo señalando el vehículo en el que va la pareja.

-Mira niña -dice el taxista-, no es la primera vez que me hacen esta broma y luego se van sin pagar.

Le suelto en la mano cincuenta libras y el hombre se queda sorprendido.

>>¿Es una apuesta que hiciste con tus amigos?

-¡ARRANQUE! -grito.

De mala gana y confundido, el taxista arranca y conseguimos ir justo detrás del coche, sin parar hasta llegar a Brighton beach.

-No me pagues nada -dice el taxista impidiendome coger el monedero-, pero no hagas más apuestas así.

-No es una apuesta, señor -respondo.

-Si no es mucho preguntar, ¿quién va en ese coche?

-Mi padre y una mujer que podría convertirse en mi madrastra -respondo al hombre-. Gracias por traerme.

Los Merodeadores (Remus Lupin y tú) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora