cap.4| La manada

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Desde que regresó a casa luego de su amargo encuentro en el bosque, había estado tratando de evitar a toda costa entrar en fase, para salvar su dignidad y mantener en secreto por el mayor tiempo posible su... Imprimación.

Sabía que en el momento en que se convirtiera y fuese uno con la manada, todos se enterarían de lo que estaba ocultando por el lazo mental que compartían, y tener que dar explicaciones a sus amigos, significaba aceptar la realidad.

Una realidad que él prefería ignorar.

Aceptar lo que sucedió lo volvería más real, y por el momento le gustaba pensar que era una simple pesadilla de la que aún podía despertar sin hacerse mayor daño, solo soportando el miedo de algún día caer por sus instintos animales.

Inventó excusas para la ronda de la noche, pero no pudo hacerlo por más tiempo. Era su deber asistir, así que no pudo postergar más tiempo lo inevitable y en la mañana tuvo que acompañarlos.

Por eso ahora estaba siendo el centro de atención en la casa de Sam y Emily. Tratando de ignorar todo a su alrededor. Fingiendo que no sentía las miradas de todos en su persona a la espera de alguna reacción o comentario. Concentrado en bajar el pésimo humor que tenía desde la tarde anterior.

Estaba enojado y todos lo notaban. Sus amigos se dieron cuenta de ello por el simple hecho de que no estaba actuando como siempre, no tenía su bonita sonrisa y sus mejillas rellenitas no estaban sonrojadas por las bromas de sus compañeros, si no por el enojo y la frustración que cargaba encima.

No era el chico lindo que les alegraba los días, en cambio parecía ser una copia enojona de él y eso no les gustaba. Querían a su Jake de vuelta.

Era quien, junto a Seth, llenaba sus monótonos días de luz, y junto a él las risas no se detenían jamás, pero ese día había silencio.

Un silencio más que incómodo para todos, ausente de las bromas pesadas, las charlas emocionadas y las falsas peleas que solían acabar en un mortal ataque de cosquillas. Nada de eso estaba en ese momento, solo la tensión que podía cortarse con un cuchillo era perceptible.

El más afectado por el pesado ambiente era él, que estaba recibiendo las miradas expectantes de todos los presentes.

Todos ellos esperaban que empezara a hablar, quizás ansiosos por escuchar una bonita historia de amor cliché. En donde él caía de rodillas por aquél imbécil, se casaban y vivían felices para siempre.

Ilusos.

De él, lo único que obtendrían ahora mismo, sería escuchar maldiciones dirigidas al producto de sus desgracias. Y no quería actuar así, no con ellos, por eso prefería callar para evitar lastimar a alguno de ellos. Estaba fuera de si y no le gustaba, pero la rabia, el enojo y la impotencia de recordar tal barbarie no se iban.

— Bien...— el Alfa de la manada habló, soltando un largo suspiro, en vista de que él no pensaba soltar la sopa — Jacob ¿no piensas decir nada?

— No tengo nada que decir — soltó con brusquedad, su voz salió con un tono de notable fastidio. Apretó los labios desviando la mirada a otro lado donde no pudiera ver los rostros ansiosos y levemente decepcionados de sus compañeros.

Los chicos le veían sorprendidos, desde sus puntos de vistas él debería estar saltando de alegría y besando el pálido trasero de Edward Cullen en este momento, no aquí sentando, luciendo como a quien le habían asesinado a su mascota.

Podría escuchar las manijas de sus pequeños y atrofiados cerebros inventando una y mil teorías de lo que podía haber pasado para que estuviese actuando así. Ansiosos como buitres por escuchar su desgracia.

Entre el Crepúsculo y el Amanecer [Edward x Jacob]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora