cap.23| Historias de lobos

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— Un momento... — se separó del vampiro para mirarlo a los ojos  con sospecha— ¿hay algo que aún no me hayas dicho? Últimamente has estado actuando muy extraño — el mayor se quedó en silencio durante unos segundos mientras sus ojos recorrían el rostro del lobo con atención, luego desvió la mirada apretando los labios.

— Están sucediendo muchas cosas, Jake — susurró con voz suave — ni siquiera sabría por dónde empezar.

— Tenemos tiempo de sobra — se recostó en su pequeña cama abriendo los brazos en una clara bienvenida. Edward sonrió, la calidez con que le miraba ahora borró la sombra de pesar que cubría su rostro hace unos segundos.

— Ah, pequeño lobo insistente — murmuró sin dejar de sonreír, el tono cariñoso era fácil de distinguir en su voz melódica. Se acercó a él y se recostó a su lado, solo que cambió de posición y lo subió a su pecho. Jacob rió acomodando la cabeza en el hueco del cuello del vampiro usando su brazo a modo de almohada. Le encantaba su olor, y el contraste de temperatura que daban ambos cuerpos era relajante. Puso una de sus piernas entre las de Edward para estar más cómodo y abrazó su cintura — bien, tú ganas, te contaré  Verás, todo inicio hace unos meses cuando tuve un pequeño problema con unos vampiros errantes...

— ¿Qué tan pequeño? — interrumpió preocupado, mirando al pálido con los ojos entrecerrados y el entrecejo fruncido.

— Digamos que técnicamente asesiné a uno de ellos — respondió como si estuviese hablando del clima, él, en cambio, abrió los ojos ampliamente, levantándose en sus codos para mirarle de frente.

— ¿Le quitaste la vida a alguien? — preguntó con su voz rebosante de incredulidad, y es que no podía evitarlo, no todos los días escuchabas a alguien decir que había matado a alguien, así tan campante.

— Técnicamente él ya estaba muerto — la mirada avergonzada del chico y sus labios arrugados en un puchero casi lo llevan a distraerse. Es que, demonios, sus labios eran tan rojos que simplemente no podía ser normal. Era casi obseno.

— ¡Edward! — lo regaño, tal vez con su voz un poco más elevada de lo necesario por haberlo distraído sin siquiera ser consciente de ello. El vampiro se rió y lo jaló acomodándolo de nuevo a su lugar, casi encima de él. Se iba a hacer el ofendido por no haber sido tomado enserio, pero el abrazo era tan cómodo que lo dejó pasar.

— Cachorro, déjame terminar de explicarme y sabrás el porqué de las cosas sucedidas hasta el momento — recibió un golpecito cariñoso en la nariz que le hizo cerrar los ojos y reír.

— Bien, adelante señor Cullen, soy todo oídos.

— Y labios también — susurró casi para si mismo, pero obviamente Jacob lo escuchó y esperaba que su mirada fulminante le informara al pálido lo que pensaba de eso, el mayor en cambio se rió - Nos los encontramos hace algunos meses, mientras jugábamos béisbol, y uno de ellos se obsesiono con Isabella. Su obsesión fue tanta que tuvimos que hacer malabares para ocultarla de él. Intentó asesinarla en muchas ocasiones y una vez casi logra convertirla — jadeó sin poder evitarlo, porque aquella parte de la historia no la conocía y puede que la chica no le agradara por su personalidad, pero eso no signicaba que deseaba el mal para ella, por supuesto que no, y saber que estuvo a punto de morir en tantas ocasiones le sentaba mal.

— Ella... ¿Tuvo que soportar el dolor de una mordida? — preguntó en un susurro. No levantó la vista, sintiéndose casi en un trance. Enterarse que alguien cercano besó los labios de la muerte en tantas ocasiones y que él permaneció ajeno a ello era casi doloroso. Y no importaba que fuese Isabella, porque antes de ser su "rival" fue la primera persona a la que vio con ojos de amor, su mejor amiga, y aunque tratara de cubrirlo con odio, los sentimientos de cariño seguían allí, muy en el fondo de su corazón.

Entre el Crepúsculo y el Amanecer [Edward x Jacob]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora