Apocalipsis

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―¡Corre por tu maldita y miserable vida!

―¡No me grites!

―¡Entonces, mueve el culo!

―¡Y qué crees que estoy haciendo, imbécil! ―grito antes de esquivar a un maldito zombi y reventar su cabeza con la escopeta.

Corremos a través de las calles llenas de escombros y basura. Nos alejamos de esos malditos bichos que alguna vez fueron personas. Ahora sus instintos solo le piden carne humana. Apunto detrás de mí y le disparo a uno que intenta morder a mi compañero.

―No se distraigan ―menciono antes de recargar la escopeta.

Nos alejamos de la vía principal para ir hacia uno de los edificios que se ve más estable. Respiro y me apoyo en la pared antes de mirar a mis compañeros. Solo quedamos cuatro para cumplir con la misión de acabar con este virus que fue lanzado al aire por las potencias. Creyeron que hacían un bien, pero solo terminaron por destruir lo que ya de por si estaba acabado. Primero comenzó en los grandes países de Norteamérica, Europa y Asia. Luego de que ellos se hubiesen casi acabado, se les ocurrió soltarlo. Se esparció por los demás continentes y acabó con la población restante. Hoy solo quedamos nosotros. Ya solo quedan los zombis que no son como los pintan en las películas, no están muertos, los condenados están bien vivos y solo comen carne humana.

―Nos quedan cinco cuadras para llegar ―comenta Eric.

Asiento mientras intentamos regular la respiración.

Originalmente éramos un grupo de treinta, pero hemos ido cayendo a medida que avanzamos ya que la cura se encuentra en la ciudad. Se unieron todos los países latinos para desarrollar la solución. El problema es que ese edificio fue destruido por los zombis y no activaron la cura a tiempo. Ahora, nosotros somos los que debemos cumplir con esa tarea para que la humanidad, —la que queda convertida en caníbal—, vuelva a la normalidad.

―Me lleva el condenado zombi... ¡Se acerca un grupo!

Los disparos comienzan. Un grupo de diez zombies se nos acerca con rapidez. Maldigo disparando el arma y salimos corriendo del edificio. Doblamos la calle justo cuando acabamos las balas. Respiro apoyándome en la pared cuando escucho un grito. Otro grupo toma a uno de nuestros compañeros.

Mierda.

Ahora quedamos tres. Corrimos las cinco cuadras sin detenernos. Pateo la puerta y Eric cierra añadiéndole un explosivo. Subimos hasta quedar en la segunda planta y me apoyo en la pared sin tener tiempo de lamentar las bajas. Ya no hay lágrimas para ellos. Esta misión lo es todo.

―Solo cinco pisos más ―dice Jaime con la voz agitada.

La estancia está a oscuras por lo que encendemos las linternas apuntando a cada ruido. Las instalaciones están llenas de escombros y de algunos cables saltan chispas. Nos tapamos la cara cuando un olor a alcantarilla uninda la estancia. Jaime va delante, Eric detrás y yo al medio. Todos alertas por si alguno aparece.

―¡Cuidado a la izquierda! ―disparo a un grupo de cinco que se acerca.

―¡Sigan ustedes! ¡Yo los detengo! ―grita Jaime sin darnos tiempo de reaccionar. Se enfrenta a ellos. Erico me toma la mano y subimos las escaleras. Lo último que logro ver es la luz que cae por los agujeros de la estructura.

Con Eric nos miramos antes de continuar. En silencio. lamentamos la pérdida. Somos la única oportunidad de la humanidad. Somos los elegidos. Seguimos subiendo las escaleras y un ruido a nuestra espalda nos hace acelerar el paso.

―¡Maldito! ―grita Eric cuando uno le toma el tobillo, pero antes de que pueda morderlo lo remata a tiros.

Trago saliva y sigo adelante apuntando con la escopeta y la linterna. La sala a la que llegamos tiene muchas mesas, algunas volcadas y hay carteles de locales de comida. Los cables emiten sonidos y algunos hacen corte. Aún hay electricidad para hacer funcionar los computadores de la azotea. Avanzamos cuando un ruido más fuerte nos detiene. Nos volteamos y detras hay una horda. Apenas nos ven emiten un ruido que nos penetra los tímpanos.

Tomo la mano de Eric para subir las escaleras restantes, pero da un paso atrás.

―Eric...

―No, sigue adelante. Eres nuestra única esperanza. Fue un placer llegar aquí contigo ―menciona haciendo un saludo militar antes empujarme y encerrarse con ellos―. ¡Vete ya! Yo los entretengo.

Corro escuchando su voz por última vez:

―¡Vengan con papá, par de weones!

Corro contra el tiempo subiendo las tres últimas escaleras. Mi respiración se acelera aún más. Me pisan los talones. No importa las trabas que coloque las logran sortear todas. Cuando llego arriba, trabo la puerta y me coloco la escopeta a la espalda. Corro y busco la computadora al fondo. La enciendo y maldigo. Tiene un software muy antiguo y su inicio está demorando.

―¡Vamos, jodido cacharro no tengo todo el día!

Miro la puerta mordiéndome las uñas y casi arrancandome el pelo cuando veo que el estúpido computador aun no enciende. La puerta tiembla. Tomo la escopeta y disparo cuando la puerta es derribada. Miro la computadora que ha terminado de encender y miro a los cinco muertos vivientes.

Disparo a los primeros, pero cuando disparo al tercero las balas se acaban.

―¡Me lleva el damasco!

Busco el programa y presiono, pero pide una contraseña y me maldigo.

―Mierda, la olvidé...

Golpeo con la escopeta justo a tiempo para impedir que me muerdan la pierna. Golpeo a otro en el brazo. ¿Cuál es la contraseña? Lo golpeo en la cabeza, lo vuelvo a golpear y click. La luz llega a mi mente y recuerdo. Corro hacia la computadora ya que me he alejado, pero cuando estoy a tan solo unos centímetros un tirón en mi pierna me detiene.

―¡No, idiota! ¡Soy la maldita elegida, no puedes tocarme!

El zombi se para y me mira frunciendo el ceño antes de encogerse de hombros.

―Aquí no. ―Y se lanzan contra mí.

―¡Por el damasco soy la maldita elegid... ¡Ay, mi pierna! —Agarro un tubo del suelo y lo golpeo en la cabeza—. ¡No voy a morir aquí!

Veo el botón rojo al lado de la pantalla. Muerdo mis labios mientras arrastro mi cuerpo, me levanto y presiono el botón para que el gas sea liberado.

—Lo. siento. no. hay. gas. para. todo. el. mundo —dice el cacharro.

—¿Me estás weveando? —digo apoyada en la mesa para no caer.

—Sí, ja, ja, ja. Haz. caído. Misión. cumplida.

Escucho como el gas es liberado y me dejo caer, apoyo la cabeza en el frío suelo y boto un suspiro. Eso estuvo cerca. 



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