El chico lindo...

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Nada interesante me pasa. Otro día más de universidad. Camino hasta la sala y me siento al fondo para que el profesor no me haga preguntas. Tiro mi mochila en la mesa y me acomodo a esperar a mi amiga. Cuando llega me sonríe a modo de saludo y enciende su celular.

Todos ingresan de a poco hasta que el profesor llega a dar su aburrida clase de ética. Ruedo los ojos y apoyo la cabeza en mi mano mientras veo sus labios moverse. Genial, otra clase igual.

De pronto tocan la puerta. El profesor mira extrañado. Nadie llega después de él. Se acerca y abre, a su lado aparece el director de carrera acompañado de otro joven.

―Lamento molestar, profesor Mora, pero llegó este joven hace unos instantes, es nuevo.

―Adelante. ¿señor...

―Miguel —responde el chico colocándose al lado del profe.

—Tome asiento.

Asiente y camina hasta el fondo de la sala mientras todos murmuran. No le quito la mirada de encima porque el condenado está como quiere. No demasiado marcado ni demasiado extravagante en su apariencia y lo que más me gustan son sus ojos cafés que están de muerte. Cuando pasa por mi lado me guiña un ojo y quedo petrificada, me ha...

―Te ha guiñado el ojo ―dice Lucy.

―Eso parece...

―Háblale.

Niego y ella rueda los ojos volviendo a su móvil. Miro al profesor, quien sigue hablando y apoyo la mano en mi cabeza, pero la curiosidad me puede. Con cuidado miro al chico a unos asientos detrás de nosotras. Nuestras miradas se cruzan y volteo la cara sintiendo el calor en las mejillas. Pero de nuevo gana mi curiosidad y vuelvo a mirar. Me encuentro una sonrisa que derrite todos mis rollos.

Por su madre, así bajo de peso en un santiamén.

Se ríe como si me hubiese escuchado y volteo tocándome la cara. Muevo la cabeza para no pensar mal.

Por la virgen de todos los rollos de mi cuerpo, mantén mi mente pura... Purificación... mente pura.

Trago saliva. El chico es más interesante que mi clase. Intento mirarlo, pero su aliento en mi oreja hace que pegue un brinco. Cuando vuelvo la cabeza está mirándome con una sonrisa burlona, a dos asientos de mi lugar.

Oh, no, amigo, nadie me gana en eso. A mí no me desafías de esa manera.

Así que sacando fuerza de donde sea, sonrió de la misma forma y levanto la ceja para que vea mi intención. Se muerde el labio y mi vista viaja a su lindo aro en la boca. Me provoca morderlo.

¿Cómo que falta el aire no...?

Relame sus labios y saca algo de su mochila. Miro hacia adelante, el profesor habla y habla gesticulando con sus manos, parece inspirado en su discurso. Un golpe en mi mano me distrae y dejo de mirar al profesor.

Es un papel.

Miro al chico y me hace una seña. Lo desdoblo y Lucy se une al chisme.

Tú, y yo, después de clase.

―Oh. Por. Dios ―dice ella riéndose―. Acepta.

La miro y muerdo mis labios antes de responder.

Convénceme.

Le envió el papelito y mi amiga niega divertida diciendo que se tendrá que ir sola a casa y vuelve a teclear en su móvil.

No recibo otro papel por lo que miro al chico quien sonríe y vuelve la vista al frente para escuchar al profesor al igual que yo. El tiempo de la clase se acaba.

Agradezco a la virgen de los rollos, mientras los demás salen desparramados por respirar y sacarse la clase de encima. Guardo mis cosas con calma mientras mi amiga se despide guiñandome un ojo. Muevo la cabeza en negación y tomo la mochila al tiempo que los últimos chicos están saliendo. Estoy por seguir el mismo rumbo cuando siento un tirón en mi brazo.

―¿Querías que te convenciera? ―dice arrinconando con sus brazos, quedamos a tan solo unos centímetros uno del otro.

Tierra llamando al sol... ya ni sé lo que digo.

―¿Cómo me vas a convencer?

¿Desde cuándo soy tan atrevida y dejo que un chico me tome así?

―Fácil ―dice al tiempo que une sus labios con los míos. Su danza es tan caliente que por un momento me siento en las nubes, pero algo me hace abrir los ojos. Salto espantada y lo empujo. El chico lindo se fue a la punta del cerro y fue reemplazado por una horrible criatura de dientes gigantes y rostro arrugado. No como un adorable abuelito, sino algo más bien putrefacto. Solo había escuchado de ellos en las leyendas.

―Eres... un... vampiro...

―Y tu mi presa ―dice al tiempo que se lanza contra mí.

―¡No!

―¿Qué no, señorita Romero?

Miro a mi alrededor, frunzo el ceño y pestañeo más de lo debido al darme cuenta donde estoy. En clases de matemáticas y mis compañeros me miran como si me hubiesen salido tres cabezas.

―Yo...

―Mejor ponga atención, si no quiere que la eche de mi clase.

Asiento carraspeando y miro a mi lado dónde está Tamara. Me ve con duda en sus ojos y me pregunta si estoy bien. Asiento para calmarla, a lo que ella vuelve a poner atención a la clase.

Miro a mi alrededor en busca del chico, pero no lo encuentro. No hay más mesas detrás de nosotras porque somos las últimas. Detrás solo hay una pared.

¿Me quedé dormida?

Niego con la cabeza e intento tomar atención a la clase, pero no puedo dejar de tocar mis labios porque se sintio muy real. Me toco el cuello en busca de alguna herida y no hay nada. ¿En serio fue un sueño? Nunca me quedo dormida en esta clase y nunca reacciono de esa manera como en el... ¿sueño? Menos con alguien a quien no conozco.

La clase termina y todos vamos saliendo. Cuando algo impacta contra mi cabeza. Miro atrás sin encontrar a nadie. Mi vista va al suelo donde hay una bola de papel.

―¿Lucy, vienes? ―cuestiona Tamara.

―Sí, adelántate. Nos vemos en la cafetería.

Asiente y me mira con dudas. Le sonrío y ella se aleja a pesar de no estar muy segura. Tomo la pelota y frunzo el ceño al encontrar un mensaje:

Tú, y yo, después de clases.

Mierda.

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