¿Bendita idesición?

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La Señora Indecisión ¿te has topado con ella? Si no lo has hecho, bendito seas. Si lo has hecho, no te preocupes, también me la he topado. Más de lo que en realidad he querido y te preguntarás: ¿por qué te la topas tan seguido? Bueno, en realidad no tengo la respuesta certera. Puede ser por la falta de confianza que de pronto aparezca La Señora Indecisión y te cabree tanto con sus diálogos que si:

—No, mejor no lo hagas ¿para qué?

—No, creo que mejor ese color, no, esté ¿o debería ser aquel?

—En serio le diste esa respuesta, está queda mucho mejor... espera, esta es la ideal.

—¿Ay, por qué lo hiciste? ¿Y ahora qué haremos?

—¿Lo hago? No lo hagas, hazlo... no lo hagas, ¿has pensado en las consecuencias?

—Dile lo que piensas... no lo hagas puede ser peor, mejor callar.

Hay muchas otras frases que dice y que de seguro te abruman tanto que te hacen querer echarla de tu lado. Pero no sabes cómo sin que se sienta mal o la extrañes por sus divagues. No tengo la solución, pero una vez alguien me dijo, más bien me preguntó: ¿por qué crees que La Señora Indecisión es mala? ¿Acaso es malo tomarse el tiempo de pensarlo con ella? Y me quedé pensando al lado de ella. ¿Será tan mala? ¿Será posible que no me saque tanto de quicio y me coloque los nervios de punta? ¿puedes responder esas preguntas? Tal vez sí, tal vez no, pero ¿será tan malo tener a La Señora Indecisión entre nosotros? ¿o es que el mundo solo quiere respuestas rápidas? ¿Podrá encontrarse equilibrio entre ella y nosotros? Tal vez.

—Oye, ¿crees que deberías...

Ruedo los ojos. Aquí vamos.

—Dígame, señora indecisión, ¿qué nos toca ahora?

—Bueno, hay un par de puntos que me gustaría tocar, ya sabes...

¿Será que puedo lanzarla de un puente? La miro y niego divertido, nah, es exasperante, pero puedo con ella.

Cinco minutos después.

No, no puedo con ella. Sí, sí puedo con ella. Esta vieja loca me tiene harto. Quiero lanzarla por la borda.

―¡No, no lo hagas! ¡Prometo portarme bien!

―¡No te creo!

―¡Espera! Está bien, no lo prometo, pero no lo haré más... espera, ¡por amor al arte! ¡No lo hagas!

―¡Adios! —menciono empujandola.

―Espera, imbécil, esto es tú responsabilidad. Decídete de una vez y aprende a tomar decisiones.

―Con que con esas estamos eh...

―¿Con quién diablos hablas Marcos? —pego un brinco y miro detrás, Raúl tiene una caja en sus manos.

―pfff... yo, con nadie —digo fulminando con la mirada a la vieja al lado mio.

―¡Como que con nadie maldito hijo del...!

―¿Seguro?

―Por supuesto.

—¡Es mentira! Dile con un carajo... —estiro mi mano y la coloco en su cara mientras sonrío como un ángel.

―Okey —dice mi amigo alejándose con cara de duda.

—Ya callate, vieja loca... Ups, parece que se cayó.

Me voy silbando como si nada hubiese pasado. Al menos nadie puede verla.

—¡Ya verás, pequeño demonio, cuando lleguen las dudas! muajaja.

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