8. capítulo

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Bree se despertó desorientada. La luz del día entraba a raudales por la ventana de la habitación, así que, supuso que no había dormido mucho. Miró a su alrededor temerosa de ver a André, pero, por suerte, estaba sola. Salió de la cama para ir a la puerta y comprobó que estaba abierta pero tuvo miedo de encontrarse con el vampiro si salía por allí. Se asomó a la ventana. Eran sólo dos pisos de altura, así que calculó que, si se dejaba colgar y luego saltaba, podría escapar sin romperse nada. Intentó abrir la ventana pero, antes de poder hacerlo, una mano masculina la sujetó una muñeca y la alejó de la ventana.

El hada se soltó del agarre y miró a André, sopesando su estado de ánimo. El vampiro la observaba con frialdad. Ni siquiera parecía ya estar furioso.

-¿Dónde estamos?-preguntó.

-En mi casa-respondió él- y estaremos aquí un tiempo, así que será mejor que te lo tomes con calma, Bree.

-No me llames así-ordenó ella-¿por qué me has traído aquí?

El vampiro esbozó una sonrisa cruel.

-Por que lo que voy a hacerte no podía ocurrir en casa de mi hermana, pequeña bruja.

La chica palideció. Miró hacia la puerta entreabierta y ésta, inmediatamente, se cerró.

André se acercó a ella lentamente. Breena retrocedió paso a paso hasta chocar con la pared.

-Te las has apañado para escapar de tu deber, hadita. Has conseguido que mi palabra no valga nada. He estado durante días controlando mis ganas de follarte hasta cansarme y has hecho que todo ese esfuerzo no valga para nada.

Estaba muy pegado a ella. La sujetó la melena para obligarla a mirarle. Breena no se atrevió a moverse ni un milímetro cuando él apretó su cadera contra ella, haciéndola notar su erección.

-Has embaucado a mi hermana para que te obligue, supongo. No tuve en cuenta ese pequeño detalle.

Deslizó una mano por su cuello hasta el escote del vestido y bajó hasta rozarle un pezón por fuera.

-¿Ha sido así?-preguntó.

-No voy a contestar a eso, vampiro.

Él la miró muy serio.

-La verdad es que me da igual. Al menos, ahora podré hacer lo que quiero hacer sin remordimientos.

-No vas a conseguir asustarme-murmuró ella con más seguridad de la que sentía.

-¿Asustarte? El otro día, cuando te obligué a comer, pretendía asustarte, querida.

Le apartó el pelo para rozar su cuello con los colmillos.

-Hoy no pretendo asustarte, Bree. Hoy pase lo que pase, voy a hacer eso de lo que me has acusado. Cuando salgas de aquí, podrás decir, sin que nadie te obligue a mentir, que ya no eres virgen.

Breena no esperó más. Le empujó con todas sus fuerzas, pero fue como intentar mover una pared. André, con una risa cruel, se agachó para levantarla en brazos y llevarla a la cama. El hada se revolvió y gritó, pero, enseguida, se encontró acostada boca arriba, con el chico a horcajadas sobre ella y las manos sujetas a ambos lados de la cabeza.

-¡Suéltame, maldito cabrón!-gritó la chica indignada cuando él rompió el escote del vestido hasta la cintura.

-Tenemos que hacer algo con ese vocabulario, hadita. No es el más apropiado.

Sujetó sus muñecas con una de sus manos por encima de la cabeza y deslizó la otra por debajo del vestido. Tironeó de las bragas hasta arrancárselas y Breena le sintió desabrocharse el pantalón para liberar su miembro. La abrió las piernas a la fuerza y se situó en la entrada de su vagina en un solo movimiento.

Ella le miró suplicante, y, por un momento, la expresión de André pareció dulcificarse. Luego, bajó la boca a sus labios para recibir su grito cuando se hundió en ella. El dolor paralizó a Breena y dejó de pelear. André también se mantuvo un momento quieto, dándole tiempo. Luego, levantó la cabeza para mirarla y, con la mano libre, la limpió las lágrimas.

-No luches, Bree, te dolerá más-aseguró-iré despacio.

La chica le miró con odio y, sin dudarlo, movió la cabeza para atrapar su mano y morderle hasta hacerle sangrar. André se soltó de su agarre y la sujetó la cara con esa mano para que le mirara.

-Me has hecho sangrar, cariño. Me parece justo, ya que yo voy a hacer lo mismo contigo.

Volvió a llevarla las manos a ambos lados del cuerpo para servirse de ese apoyo y empezó a moverse en su interior. Salió y entró sin brusquedad, pero tampoco con especial suavidad. Breena ladeó la cara para no ver su expresión. Sabía que podía ser mucho peor, pero nunca podría perdonarle que estuviera siendo tan frío. Cuando aceleró el ritmo, el hada se mordió el labio para no volver a gritar.

-Mírame, Bree-ordenó él-quiero que me veas cuando me corra dentro de ti.

Ella no sólo no le miró, sino que, además, cerró los ojos.

-Siempre tan desafiante-murmuró él en un jadeo.

La sujetó por la melena para mantenerla inmóvil y la mordió en el cuello. Breena sabía que el mordisco de un vampiro podía doler o ser placentero. Dependía de lo que el vampiro quisiera y de la resistencia que pusiera su presa. Cuando un escalofrío de placer empezó a recorrerla, se negó a darle esa satisfacción y el hada trató de empujarle y moverse. La sensación cambió por completo. El dolor la sacudió y André, ahora enfadado, pasó a embestidas más profundas que la hicieron gemir deseando que acabara de una vez.

El vampiro se retiró de su garganta y echó la cabeza hacia atrás en un rugido de placer cuando se corrió. Luego, se derrumbó encima de ella, todavía sujetándola las manos.

-Sal de encima de mí-ordenó Breena tratando de contener el llanto que amenazaba con desbordarla.

André la miró burlón. Luego la soltó y se acostó a su lado. El hada, inmediatamente, le dio la espalda. El vampiro la empujó contra la cama para ponerla de nuevo boca arriba.

-¿Sabes que tú misma te has puesto las cosas más difíciles, verdad?-la preguntó jugando con un mechón de su pelo.

-¿Y tú sabes que eres un ca...

André la puso un dedo en los labios para que se callara.

-Basta de insultos, Bree. No más insultos ni desafíos. No los consentiré.

Breena se horrorizó cuando sus ojos se llenaron de lágrimas sin poderlo evitar.

-Déjame sola-pidió-por favor.

André se levantó. Ni siquiera se había molestado en desnudarse. Acomodó su ropa y se abrochó el pantalón.

-Descansa un rato. Vendré a buscarte para cenar. No intentes escapar, oiré la ventana en cuanto intentes abrirla.

Las lágrimas se desbordaron en cuanto él salió de la habitación. Le dolía el cuello y le dolía entre las piernas. Y en los dos sitios había restos de sangre. Se metió en la ducha y se frotó con rabia para quitarse su olor. Sabía que no lo conseguiría. Un hada quedaba impregnada del olor del primer macho con el que estuviera. Y, aunque se atenuaba, nunca se libraba de él. Se envolvió en una toalla y se volvió a acostar. El dolor había aumentado al moverse, pero al menos, ahora estaba limpia. Ojalá pudiera limpiar su mente con la misma facilidad. Sus hermanas le habían contado sus primeras experiencias con el sexo. Siempre eran difíciles, pero, en su caso, sólo había supuesto un castigo. Y André tenía razón, ella misma se lo había puesto aún peor. Si hubiera cedido sin luchar, si se hubiera dejado llevar por esa oleada de placer que sintió, quizás habría sido distinto. Pero el vampiro lo tenía claro si creía que ella iba a ceder a sus trucos. Tenía demasiado orgullo para eso. Y, si volvía a intentar algo, echaría mano de toda su magia. Que no era mucha en este momento, por cierto. Quizás debería buscar algo que hiciese de estaca. La encantaría clavar una estaca en ese frío corazón.

Breena (Saga Saint-Croix 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora