La vamp que la había acompañado a la habitación parecía amable, pero no había olvidado encerrarla. A Breena, le hacía gracia el desconocimiento de los demás seres sobrenaturales del mundo de las hadas. Evidentemente, no eran brujos. Su magia era limitada. Pero existía. Abrir la puerta no tenía ninguna dificultad para ella. Siempre y cuando estuviera fuerte y bien alimentada, cosa que no estaba. André era el único que parecía conocer el mundo féerico. Pero claro, era su trabajo. Y lo hacía condenadamente bien. Bueno, si esperaba que volviera a intentar escapar a la desesperada, lo tenía claro. De momento, seguiría en huelga de hambre. Probablemente, eso le provocaría más de un problema con su hermana. Lo malo es que eso la causaba una debilidad tremenda. Se echó en la cama con intención de descansar un poco antes de cambiarse.
La puerta la despertó al abrirse. La chica levantó la cabeza con desgana cuando vio al vampiro entrar.
-No has cenado-afirmó él recostado en la pared con indolencia.
-Ya te lo dije. No voy a comer ni beber nada, vampiro. Prefiero elegir yo cómo morir.
-No voy a dejar que mueras mientras estés conmigo, Bree.
-No me llames así. Mi nombre es Breena.
-Mañana me iré pronto. Espero que te portes bien. Si no, habrá consecuencias, estás advertida.
El hada sonrió burlona.
-¿Me entregarás a un demonio para que me utilice hasta embarazarme?
André se acercó amenazador y la sujetó por la nuca para mirarla.
-Es tu padre el que te ha entregado, Bree, no yo. Tú me metiste en este lío cuando decidiste entrar en territorio vampiro.
El chico la soltó y caminó hacia la puerta.
-No me pongas a prueba, hada. No quieras ver hasta donde soy capaz de llegar-advirtió antes de salir.
Breena se abrazó tratando de calmarse. Él no podía hacerla más daño que entregarla a su prometido. ¿O sí? La verdad, es que no tenía ningún deseo de averiguarlo.
Por la mañana se sentía muy mareada. Alguien había dejado una bandeja tentadora en la habitación y el olor del café hizo que el estómago le diera un vuelco. Se dio una ducha y se encontró algo mejor. Cuando volvió a la habitación, Elise estaba esperándola.
-¿Quieres salir al jardín con Ada y conmigo? -preguntó.
Breena la miró con desconfianza.
-¿Por qué me tratas bien?
-¿Por qué no iba a hacerlo? No soy tu enemiga, Breena. He pasado por algo parecido a lo que te está sucediendo y quiero hacerte las cosas más fáciles.
-¿Vas a dejarme escapar?
Elise suspiró.
-No. No puedo hacer eso. Causaría un conflicto entre vamps y vampiros. Y no te imaginas lo que me ha costado la paz entre nosotros. Y también enfrentaría a los vamps con los demonios.
-Y a ti con tu hermano.
La vampira sonrió triste.
-No estamos en nuestro mejor momento. Pero te ayudaré en lo que pueda, Breena. Si quieres.
El hada miró a Elise y asintió. Las dos bajaron juntas al jardín y se reunieron allí con Martha y Ada. Pasaron el día en la piscina. Incluso comieron allí. Elise negó con la cabeza cuando el hada rechazó una vez más la comida. Breena estuvo bastante callada pero agradecía la charla alegre de las mujeres y las risas de la niña. Además, estar al aire libre siempre venía bien a un hada. Por la tarde, se levantó para subir a su habitación. Elise la cogió justo cuando se caía.
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Breena (Saga Saint-Croix 3)
VampirBreena ha conseguido escapar del destino que su padre la había preparado. Jamás se casaría con un demonio. Pero, cuando se creía a salvo, el pretencioso hermano del rey de los vampiros la había capturado. Ahora, no sólo tenía que escapar de él, sino...