Capítulo 6

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Miro hacia la puerta del establecimiento pero no puedo ver porque soy demasiado pequeña, me tengo que poner de puntillas para ver algo pero no logro ver mucho, solo la parte de arriba de la puerta al cerrarse. Me pongo normal y agarro la cesta donde tengo todas las cosas que tengo que pagar. Voy caminando muy sigilosamente por el pasillo de los frigoríficos cuando de repente escucho la voz. Esa voz. La reconozco. Reconozco esa voz. La he escuchado muchas veces. Esa voz con la que muchas noches sueño sin saber de quién es. Que muchas veces escucho pero no hay nadie cuando miro. Me doy la vuelta en el pasillo pero no veo a nadie y en los alrededores tampoco. No logro distinguir lo que dice esa voz. Es una voz grave y muy varonil. Sigo caminado hasta que voy hacia otro pasillo, tampoco hay nadie, pero sigo escuchando esa voz y sigo sin lograr escuchar que dice. Creo que está en el mostrador hablando con alguien. Me dirijo hacia el mostrador para poder pagar lo que llevo pero cuando llego no hay nadie, solo el dependiente sentado en su silla leyendo una revista de deportes. Giro la cabeza por si se ha ido hacia un lado o a otro pero sigue sin haber nadie. Pongo la cesta en la encimera del mostrador y voy sacando las cosas para que el muchacho pueda pasarlas. Las va metiendo en una bolsa grande de tela y saco la cartera para pagarle. De repente escucho otra vez esa voz. Esta aún más grave y la siento aún más cerca. Se me cae la cartera al suelo con los nervios y cuando me agacho siento una presencia detrás de mí, siento calor. Me levanto con cuidado y pago al dependiente, cojo la bolsa y salgo por la puerta lo más rápido posible. Cuando voy por el camino y ya me voy alejando del supermercado, me giro y veo una silueta masculina salir por la puerta pero no logro ver su rostro. Solo veo que es corpulento, musculoso, ancho y muy varonil. Como su voz.

Sacudo la cabeza y sigo el camino de vuelta a la cabaña.

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- Está buenísima la ensalada - dice Aitana llevándose el tenedor a la boca con un gesto de gusto.

- Era lo más rápido que he visto y después las empanadas - les digo a todos.

- Has elegido bien. Ya mañana iremos a por más cosas - dice Chloe.

- ¿Qué tenemos pensado hacer esta noche? - pregunta Álvaro.

Llevamos cada uno nuestros platos y vasos a la cocina y los ponemos en la encimera. Mientras, yo friego y Toni seca los platos y los vasos.

- No tengo ni idea. Podemos ver una película o jugar a algo - propone Luis.

- ¿Y a qué pretendes que juguemos? - pregunta Elena riéndose.

- Diría a verdad o reto - dice Valentina encogiendo los hombros.

Todos nos miramos.

- Pues yo lo veo bien - digo levantando las manos en gesto de no me importa.

A lo largo de la noche decidimos jugar a verdad o reto, nos reímos porque la mayoría elige retos y los que le ponemos son graciosos y sino los hacían tenían que ir quitándose cosas de encima, con el frío que hacía. Estamos todos sentados en el sofá y algunos en el suelo porque no cabemos todos cuando Hugo propone jugar a otra cosa.

- ¿Y si jugamos a la ouija? - propone.

Álvaro se levanta rápido.

- ¡Qué estás diciendo, Hugo! ¡Déjate de tonterías! ¿De dónde la vas a sacar, dime? - dice muy alterado.

- Álvaro, tranquilo. Solo es un juego que hay veces que ni funciona en la mayoría de casos y yo no creo mucho en eso, pero es por entretenernos. Dijimos que lo íbamos a pasar bien, venga - dice Hugo.

- Sabéis que no me gustan las ideas que son de miedo. Acepte venir a este viaje y todavía me da miedo de estar tan solos y sin tener a nadie cerca, pero de jugar a esas cosas ya es un paso grande - dice Álvaro tan alterado que parece que le va a dar un infarto.

- Vale, chicos, escuchadme. En nuestra habitación - dice Elena señalándose a ella y a Chloe - hay una ouija. La vi en el armario cuando lo abrí para meter mi ropa y sigue todavía allí porque no me atreví a tocarla.

- Podemos cogerla solo para jugar esta noche, no creo que pase nada. Confiad en mí - nos dice Hugo mirándonos a cada uno.

Subimos todos a la habitación de Elena y Chloe y es Hugo quien se adelanta para abrir el armario y buscar el tablero del juego. Lo coge y salimos todos para ir al salón y en la mesa lo ponemos todo para comenzar a jugar. Nos ponemos alrededor de la mesa baja que hay en el centro del salón, con las luces bajas y tenues y todos juntos.

- Vale, chicos. La ouija es el juego que se dice que a través de este tablero se tiene conexión con el más allá - empieza diciendo Pablo.

- ¡Dios mío! Esto no me gusta nada - dice Álvaro en voz baja que solo logramos escuchar algunos.

- Se tiene conexión con los espíritus que pululan entre nosotros - sigue Hugo -. Se pregunta a los seres espirituales del más allá diversas cuestiones y estos deberían responder.

- Todos tenemos que poner el dedo encima del vaso, y con las preguntas que hacemos se va moviendo según su respuesta - dice Elena.

- ¿Empezamos? - nos pregunta Pablo.

Todos asentimos, algunos un poco reticentes y otros más enérgicos. Colocamos todos un dedo alrededor del vaso y respiramos hondo. Todos nos miramos, algunos expectantes y otros nerviosos.

- No olvidéis que cuando terminemos tenemos que despedirnos del espíritu y él de nosotros - recuerda Chloe.

- Allá vamos - empieza Hugo -. ¿Hay alguna presencia espiritual en esta cabaña? - pregunta mirándonos a cada uno.

Miro a cada uno de nosotros y he de reconocer que estoy un poco aterrada. El vaso se mueve con nuestros dedos encima, y juro que no soy yo quien lo está moviendo, y va hacia la S y la I.

- Venga ya. ¿Quién lo ha movido? - pregunta Álvaro con una sonrisa. Ve que hay alguno de nosotros que se está riendo -. A mí no me hace gracia, no es un juego para reírse.

- Nadie lo ha movido, ha sido el juego, la presencia, lo que ha hecho que se mueva - le contesta Pablo.

- ¿Qué quieres de nosotros? - se atreve a preguntar Chloe.

El vaso se mueve otra vez sobre el tablón hasta formar una frase:

"A vosotros"

"A vosotros"

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