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El beso comenzó lento, precavido, con sorpresa, ambos estaban tanteando el terreno, Bankotsu sabía que ella no soportaría tal situación, así que decidió acabar con ello, presiono sus labios con fuerza, le sujeto la cintura dejando la palma abierta para sentir su piel húmeda dentro del agua, su lengua se introdujo sin permiso, explorando a sus anchas, ella se sujetó de su cuello, la intensidad con la que él la besaba estaban nublando su vista, veía luces de colores, bellos e intensos, mientras su cuerpo se excitaba ante la presencia masculina de Bankotsu, la razón se fue de paseo, dejándola en manos de un moreno atractivo, él deslizo la mano a su trasero, sobando su redondez, un gemido puro y sincero se dejó escuchar.

-jamás he hecho esto, pero lo quiero, Bankotsu lo quiero-susurro sonrojada ocultando su rostro en el pecho de él.

-no prometo ser tierno, no soy así-confeso en un intento de hacerla dar marcha atrás.

-solo te quiero a ti, así como eres.

Bankotsu no quería pensar en las razones cada uno tenía para hacer aquello, solo deseaba sentirla suya, una noche podría dejarse llevar, tocar el cielo cuando merecía el infierno, la mano delicada de Kagome recorrió el rostro de Ban, mientras su mirada se clavaba en él, bajo hasta la cintilla que mantenía cerrada la túnica que usaba, de un jalón la desato, quedando abierta y a su vista el pecho musculoso que tanto había admirado, él permaneció quieto expectante con las tímidas reacciones de ella, la miro inclinarse y besar su piel, no pudo más… Bankotsu había estado demasiado tiempo en abstinencia y Kagome era dinamita pura, lo enloquecía… ya la había dejado jugar a su ritmo ahora le tocaba a él.

Kagome rodeo su cintura con las piernas, mientras él la cargaba, avanzando fuera del agua, sus pechos se presionaban al musculoso pectoral, él la besaba con ímpetu, robándole cada aliento, cada suspiro, cada gemido, mientras la dejaba en el césped sobre su túnica, ella mordió su labio al sentirse observada por él, su mirada la devoraba, lo veía disfrutar con la vista que le regalaba, nunca nadie la había mirado así, pero Bankotsu no solo la miraba, la acariciaba de forma atrevida, ahí donde ella ni siquiera se atrevía a explorar, los dedos morenos rosaron su entrepierna, anticipando el contacto, ella gruñó por la ansiedad, la sonrisa más sexy que había visto se curvo en los labios perfectos de Bankotsu, ante su queja, sin aviso lo introdujo en su interior, la humedad de Kagome era caliente, se regocijo con sus gestos de placer, Bankotsu nunca pensó ser tan tierno, en su vida pasada fue amante de muchas pero solo fue sexo, ahora por alguna extra razón estaba ahí con Kagome, y quería más que un buen revolcón.

Kagome apretó el césped a su alrededor, contorsionaba su cuerpo, gemía ante la sensación de los dedos de Ban, cuando ya no pudo más grito con los ojos cerrados el nombre del hombre que le hacía sentir tal placer, jadeaba y se convulsionaba, mientras él disfrutaba del espectáculo sensual que le ofrecía, mientras ella recuperaba el aliento, el mercenario se quitó el resto de la ropa, un ¡oh! Fue exclamado con timidez, Kagome se permitió admirar el cuerpo bien forjado del mercenario, sus hombros anchos, su abdomen marcado, sus brazos musculosos, sus piernas fuertes, el bello que creaba un camino a su verga erecta, su vergota, mejor dicho, pensó mordiendo su labio, él se acomodó entre las piernas de Kagome, rosando su vientre con su erección, su lengua froto con suavidad el pezón erecto, dejando húmedo el pecho, a su paso, la gran mano rodeo y aplasto el seno, logrando un gemido en Kagome, mimo ambos senos con ternura, hasta que ella estuvo completamente relajada, su cuerpo se acomodó en su centro, su verga exigía fundirse en ella, sabía bien que dolería por ser la primera vez, así que pese a su excitación se obligó a ir despacio, entro mientras ella contenía el aliento, apenas estaba empezando, dio un empujón sintiendo como ella se adaptaba a él, la barrera fue cruzada entre un grito ahogado en su hombro, las uñas se clavaron en su piel, ambos quedaron quietos por unos segundos, ninguno hizo movimiento alguno, solo el canto de una lechuza distancia podía escucharse, así como el descontrolado latido de sus corazones, cuando él tomo de nuevo las riendas, ella se dejó llevar, moviendo las caderas a la par, en un baile sin fin, donde el único propósito era gemir, gritar y disfrutar, se unían en cada embestida, sus cuerpos sudaban ante la fuerza y empuje utilizado, sus miradas se compenetraron al igual que sus cuerpos, el éxtasis al que llegaron los dejo exhaustos, en un mar de orgasmos, sensaciones, sentimientos y confusiones que ninguno pretendía  reflexionar, por ahora solo se abrazaron como amantes que eran, mirando las estrellas y sintiendo el calor del otro, ella se recostó en su brazo, ambos sonreían satisfechos, la mano delicada de ella descanso sobre la verga que dormía pero no perdía su grosor, lo acaricio y él se agito.

Amor Prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora