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Bankotsu despertó invadido por imágenes eróticas con Kagome, sonrió al recordar la pasional noche vivida, ella se había entregado en cuerpo y alma, él, quien solo cargaba muertes a su espalda, podía jactarse de haber robado la inocencia de una niña, volviéndola mujer, pero en está ocasión él también había cambiado, podía sentir una abrumadora sensación de pertenencia, como si todas las múltiples batallas, las almas que había dado de comer a su alabarna de forma violenta no hubieran sido nada, solo acciones vacías, con un grupo que si bien era su familia, no le ofrecía más que lealtad por temor a su gran poder.

Su cuerpo musculoso brillo con el sol, se vistió sin prisas, disfrutando de la sensación que lo rodeaba, ansiaba ver a Kagome, besar sus labios, tocar su cuerpo ¿Donde estaba su mocosa? Camino hasta la laguna donde la encontró con la ropa extraña que usaba, aunque, estaba rota por las partes que había usado para sanarle, instintivamente apretó su brazo donde la tela lo acariciaba con la fragancia cálida de esa mujer.

- ¡hey! Mocosa-grito bromeando con una sonrisa que se congelo al ver sus hermosos ojos vacíos.

-he sentido un fragmento ha de ser otro de tus hermanos-comento con frialdad-busquemos cuanto antes, necesito volver con mis amigos.

-acaso te urge regresar con el hibrido-no pudo evitar preguntar.

-si-susurro Kagome causando un gran dolor en Bankotsu.

Él se dio la vuelta de mala gana, esa mocosa se arrepentía de lo sucedido, no había otra explicación para su comportamiento, se sentía tonto por sus absurdos sentimientos surgidos, en qué cabeza cabe que él, el líder de los siete guerreros podría lograr que una mujer le amase... ¿Amor? Rechinó los dientes, buscaría a sus hermanos y acabaría con su misión para ser libre, ella que hiciera lo que quiera.

-nos vamos muévete-ordeno de mala gana a Jakotsu, agarrando su arma.

Su hermano miró sorprendido a su líder, después de mala gana a la mocosa, ella caminaba con la cabeza alta, gruño Jakotsu, si habían fornicado que carajo habría pasado para que ambos estuvieran insoportables, el silencio a lo largo del camino fue seguido de un monólogo que a nadie le interesó, inclusive Jakotsu hablaba sin parar solo para mantenerse al margen de la tensión.

-tengo hambre paremos-pidió Kagome.

-cállate y sigue-hablo sin vacilar Bankotsu.

Ella dejo de hablar, tenía orgullo, le demostraría que no necesitaba de él, mientras más avanzaban, el poder era más perceptible, el sol estaba haciéndola desear agua, ni había comido nada, malditos pensó, que les pasaba, porque la trataban así, no entendía el comportamiento de Bankotsu si solo fue sexo porque se enojaba ahora.

Bankotsu la miraba de reojo, estaba siendo cruel, ella había pedido comida, una vez, era de admirar, que siguiera sin chistar, Jakotsu saco agua y bebió, ofreciéndole a él, se fijó como ella abría los ojos y los apartaba en seguida, tomo lentamente el agua, exagerando su degustación, tentándola para hacerla doblegar, pero ella siguió firme con su actitud.

Desde el momento que pisaron la siguiente aldea una energía maligna los alcanzó con ferocidad, los dos hermanos se miraron al reconocer el poder peculiar de su hermano, observaron los cuerpos de ogros sin vida, Kagome se tapó la cara, para evitar gritar, por lo general Inuyasha evitaba exponerla a esas escenas, pero ahora todo fue brutal, los cuerpos de los ogros parecían secos como si alguien hubiera absorbido hasta la última gota de sangre, esos dos reían sin dejar de andar, Kagome tembló ante aquello, si esa cosa estaba ahí podría matarlos.

-mocosa, MUEVETE- gritó Ban.

-eso... Están locos-tartamudeo- eeesa cosa puede estar...

El crujido la dejo pálida, nunca antes había tenido miedo, que hacía diferente está situación de las otras, claro Inuyasha, pensó,  él a pesar de todo siempre estaba a su lado cuidándola, miró a esos hombres avanzar seguros, ella se detuvo al escuchar gritos, su instinto benevolente la hizo correr traspasando a Bankotsu y Jakotsu, el moreno no logro detenerla cuando la sintió pasar, su hermano Kyokotsu perdía los estribos con facilidad, más cuando comía, corrió tras de Kagome, pero fue tarde, ella había lanzado una energía de sus manos obligándolo a soltar a su presa, esto enfureció al gigante de cabello verde y mal encarado.

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