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Kagome estaba embelesada por las sensaciones surgidas, viajar con esos hombres era una rara experiencia, Jakotsu parecía enojarse por su presencia, Kyokotsu solo pensaba en comer, Ginkotsu se la pasaba acostumbrándose a su nuevo cuerpo, el que realmente la ponía nerviosa era Renkotsu la vigilaba en todo momento, su líder parecía estar encaprichado con esa mocosa, pero la verdad era que desde aquella noche en la que ella quiso huir, su relación había dado un cambio total, Bankotsu era muy fuerte, ninguno podría contradecirle, mucho menos enfrentarlo, por ello se mantenían callados, al margen de su extraña relación, ella andaba a su lado, si quedaba hasta atrás, los dejaba adelantarse para andar junto a ella, por la noche solía cubrirla con una manta, solía acariciarla evadiendo sus miradas, Renkotsu mantenía a los demás apartados de esa pareja, procuraba darles su espacio, aunque a veces no había de otra que reposar en el mismo sitio.

-debería sentirme mal por esto-susurro Kagome dentro de una vieja choza, donde ahora se encontraban.

-mal ¿Por qué? -pregunto sin dejar de acariciar su vientre.

-sexo, bueno nunca antes había enloquecido con ello, no debería gustarme tanto-murmuro con voz entre cortada cuando Bankotsu roso con las yemas de su mano su centro húmedo.

-soy demasiado atractivo como para pervertir a una inocente mocosa-dijo arrogante Ban.

-idiota-rio Kagome- mmm… -gimió.

-sabes que eres hermosa-su aliento acaricio su oreja al subirse en ella.

-y tú muy pesado-contesto pasando la mano por su espalda.

-perdón-susurro y se la llevo sobre él-así es mejor.

-tal vez- menciono casi sin voz cuando él lamio su pezón.

Tres semanas habían transcurrido, la convivencia con los hermanos Shichinintai era grato, aunque tanta hormona junta en ocasiones podía incomodarla, pero ahí estaba su mercenario, Bankotsu, para protegerla, para hacerla sentir segura, ese hombre fuerte también podía ser realmente atento y cariñoso, aunque solía aparentar ser muy rudo y macho frente a sus hermanos.

-eres un adulador experto-comento Kagome cuando él le susurro que era hermosa.

-pero sincero-contesto entrando en ella-muy sincero-gruño.

La verga entro en su cavidad húmeda de mujer, llenándola toda, hasta el fondo, deslizándose de abajo arriba, en una danza sensual, en choque de cuerpos, uniéndolos en uno, sus senos rebotaban ante su mirada lasciva, el sonido de las pieles en contacto, el palpitar acelerado de los corazones, los gemidos en la oscuridad, el calor en el ambiente, todo era parte de la magia que envolvía a los amantes, un rápido moviente, hizo vaciarse dentro de ella.

- ¡BANKOTSU! -el grito de ella resonó en la vieja choza.

-KAGOME-gruño Bankotsu, ante sus palpitaciones femeninas.

La colina de Pony era muy conocida por los alrededores, una pequeña mansión ofrecía hospedaje a los niños huérfanos de la región, estos por lo general eran abandonados por tener terribles enfermedades que los dejaban incapacitados e inclusive muertos, para suerte de las dos monjas responsables apareció un foráneo doctor, amable, cordial, atractivo, que sin pedir nada presto sus servicios a los niños, logrando con sus manos milagrosas como le llamaban las monjas, sanar hasta el caso más extraño.

Kikiu había tenido como siempre una pelea con su amado Inuyasha, así que decidió alejarse, llegando justo ahí donde le conoció, Suikotsu, era sin duda un hombre de muchos talentos, sus artes medicas superaban en mucho sus poderes de sacerdotisa, pero Kikiu no era tonta, conocía muy bien a este sujeto, tal vez en su despertar olvido su vida pasada, pero ella no sería quien para despertar a su verdadero yo.

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