Capítulo 17: Un mal al dia I.

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.Al día siguiente.

.Yelehen Walsreet.

Llegaba tarde... Otra vez. Pero solo por quince minutos, y su primera reunión no era hasta dentro de una hora, así que estaba bastante tranquila mientras subía al ascensor.

Sin embargo, su tranquilidad se fue de inmediato cuando cruzó las puertas, los gritos de Hanns se escuchaban tan fuertes que parecían retumbar en las paredes celestes. De hecho, lo primero que vio fue a él enojado gritándole a uno de los becarios, el cual si no recordaba mal, se llamaba Nik. La discusión se estaba dando delante del escritorio de Beth, supo que estaba pasando un mal momento apenas verla, sus ojos azules lucían compungidos mientras era testigo de la escena.

— ¿Qué está pasando? –Se atrevió a intervenir cuando Hanns hizo una pausa, aun así, miraba asesinamente a Nik. Era extraño que siquiera le dirigiera la mirada, en la filosofía de su jefe, los becarios no eran más que simples hormigas trabajadoras.

Hormigas que él podría aplastar con su zapato cuando quisiera, solo porque habría quinientas más que lo reemplazarían de inmediato. Y Yelehen solo deseaba que un día, Hanns terminara pisando un hormiguero tan grande, que todas trepen por su pierna y lo coman vivo.

Si vas a soñar, hazlo a lo grande, decía su madre.

—No te preocupes, Yelehen –Hanns no despegó su vista de Nik, el pobre, además de incomodo, parecía tener ganas de salir corriendo—. Solo parece, que el señor aquí presente –Ni siquiera se había molestado en preguntar su nombre— no recuerda la importante regla de admisión que recae sobre este piso.

Oh si, la regla de admisión. Yelehen a menudo se le pasaba por alto, solo porque con para ella no aplicaba.

A Hanns no le gustaba que los demás merodearan por su piso. Demasiado ruido lo molestaba y además, era en extremo paranoico.

Aunque en realidad, no podía culparlo por esa última parte, si algún espía corporativo llegaba a acceder a los archivos confidenciales de las cuentas que ellos manejaban, estarían en muchos problemas.

Y hoy en día, cualquiera podría ser un espía corporativo. Así que solo personal de confianza y cercana a Hanns podían subir a ese piso, o por motivos estrictamente necesarios, como en las reuniones.

Beth y ella habían rotó esa regla solo una vez, cuando habían hecho un pequeño brindis festejando uno de los logros académicos de Alice. Pero habían tenido la seguridad de que Hanns no asistiría ese día, y además, los que manejaban las cámaras del ascensor eran sus amigos, no se lo dirían si se lo pedían.

Había sido seguro. Sin embargo, este chico se había metido en la boca del lobo.

—Solo... solo quería subir la correspondencia, señor –Argumentó Nik bajando la mirada.

—Ese, muchacho, es parte del trabajo de Bethany, recoger la correspondencia –Hanns lo dijo lento y con condescendencia— vete.

—Sí, claro... yo, lo lamento –Balbuceó nervioso, casi huyendo hacia el ascensor.

Hanns comenzó a caminar hacia su oficina y Yelehen pensó que todo terminaría ahí, pero no, él se detuvo a mitad de camino y habló con Beth sin mirarla.

—Y Bethany, la próxima vez que quieras coquetear con un becario, hazlo fuera del horario de oficina. Tu madre fue malditamente profesional en ese asunto, sigue su ejemplo.

Yelehen inspiró aire, sorprendida y enfurecida al mismo tiempo. Si Hanns se hubiese siquiera dignado a dirigirle la mirada, habría visto la furia encenderse en sus ojos.

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