Capítulo 30: Legados.

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.Por la tarde.

El barrio de los Juicios era un lugar donde el glamour de Ivy Soul no había podido llegar, zona roja de noche y centro de la piratería de día, era un sector emblemático que había ganado su nombre en forma de burla, cuando una década atrás importantes marcas habían iniciado múltiples denuncias a causa del gran contrabando que se manejaba ahí, todo por encontrarse cerca del puerto.

—Bajémonos aquí...—Indicó a Harlen, iban en su auto.

Él le hizo caso, y cuando ambos se bajaron, Yelehen se quedó un momento parada en la acera.

—Es por ahí...—Dio tres pasos hacia la izquierda, luego lo recordó— no, no...—Tomó la mano de Harlen para hacerlo volver— por aquí.

Él se rio: — ¿Segura que sabes a donde me llevas? No parece un lugar donde conviene perderse.

—Si...—Se rio— estoy segura, es solo que hace mucho tiempo no vengo por aquí...—Iba a soltar su mano pero él entrelazó sus dedos, sorprendiéndola. Quería actuar como si el gesto no le provocara nada, así que solo siguió hablando con naturalidad— años a decir verdad.

— ¿Ah, sí? –observó los puestos en las calles, las veredas estaban llenas de vendedores ambulantes, aunque eran lo suficiente amplias para que se pudiera caminar con comodidad. El olor a comida que llegaba desde los distintos puestos en las esquinas llamó su atención—. Me cuesta imaginar a la elegante Yelehen Walsreet caminando con sus zapatos de cuatro cifras por aquí.

—Espero que no sea un snob, señor Brooks –respondió divertida— para su información, en mi adolescencia, ir de compras significaba caminar por estas calles, mi madre era una gran cazadora de ofertas, de hecho, mi vestido de graduación salió de esa tienda...—Señaló a una vidriada exponía vestidos de imitación— ¿Crees que me veo bien en alta costura? Solo imagíname en un vestido de segunda mano, soy la gloria.

Él se rio.

—Te creo, después de todo, no es lo que se usa si no como se usa ¿No?

Le guiñó el ojo: —Exacto.

Seguían tomados de la mano y se mentiría si dijera que eso no le agradaba. Él parecía haber olvidado el enojo por su hermana.

— ¿Por qué no has vuelto por aquí? –Preguntó con tranquilidad.

—Ah... África detesta ir de compras, y si lo hiciera difícilmente compraría su ropa aquí. Venir sola no me gusta...—Se detuvo, observando una cafetería del otro lado de la calle— oh, me encantaban esos jugos.

—Vamos por uno...—Harlen estaba tirando de su mano para que cruzara la calle antes de siquiera darle tiempo a responder. Marchaba con una sonrisa contagiosa.

Entraron a la tienda y se pararon junto a la máquina, donde podía verse los jugos de diferentes colores girar, los recuerdos vinieron a ella pero esta vez, no le dejaron ese sabor amargo de nostalgia que sentía cada vez que pensaba en sus padres.

Solo podía sentir un dulce calor en su pecho, casi tan dulce como el espeso jugo de cereza que estaba tomando. Era el favorito de su madre, aunque Yelehen siempre había preferido el de piña, por eso le sugirió a Harlen tomarlo.

Salieron de la cafetería y él volvió a tomar su mano, se sintió casual y correcto.

— ¿Y? ¿Te gusta?

—Bueno, no está mal. Pero es bastante dulce para mi gusto.

—Sí, y eso que te elegí el menos empalagoso...—Hizo un gesto hacia su propio vaso— este es el más dulce.

Dobles intencionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora