10 de Septiembre

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10 de septiembre

Querido Papaíto:

Se ha marchado y lo extrañamos. Cuando uno se acostumbra a las personas o a los lugares y de pronto le son arrebatados, queda con una sensación terrible de vacío. Encuentro muy insulsa la conversación de la señora Semple... Igual que comida sin sal.

Las clases se reanudan de aquí a dos semanas y me alegraré mucho de volver al colegio. Y eso que he trabajado bastante este verano: ¡cuatro cuentos y siete poesías! Los que envié a las revistas vinieron de vuelta con la más cortés puntualidad. Pero no me importa nada, porque me sirvieron de práctica. El niño Jervie las leyó (como iba a buscar la correspondencia, no pude evitar que se enterase) y me dijo que eran terribles y demostraban bien a las claras que yo no tenía la menor idea de lo que estaba hablando (el niño Jervie no permite que la cortesía se interponga con la verdad). La última historia que escribí, sin embargo, un pequeño bosquejo de la vida en el colegio, la encontró menos mala, me la hizo escribir a máquina en el pueblo y la envié a una revista. Ya hace dos semanas que la tienen. Quizá lo estén pensando...

¡Tendría que ver el cielo! Hay una luz rarísima color naranja, difusa por todas partes. Tendremos tormenta.

La tormenta empezó en este preciso momento y se están golpeando los postigos y caen unos tremendos goterones, mientras Carrie corre a poner baldes bajo las goteras. Justo cuando volvía a tomar la pluma me acordé de que había dejado una manta, un almohadón, un sombrero y los poemas de Matthew Arnold bajo un árbol de la huerta. Salí corriendo a buscarlos, pero estaban empapados. El rojo de la tapa se había corrido a las páginas de adentro y de ahora en adelante la Playa de Dover quedará para siempre bañada en olas rosadas. ¡Pobre Matthew Arnold!

Una tormenta en el campo es muy incómoda, ya que siempre hay que pensar en todo lo que quedó afuera y puede arruinarse con la lluvia.

Jueves

¡Papaíto, Papaíto!

I. Me aceptaron el cuento. Alors (entonces) soy escritora. ¡Cincuenta dólares!

II. Recibí una carta de la secretaria del colegio. Me han otorgado una beca por dos años, que cubrirá los gastos de mi alojamiento y de toda la enseñanza.

La razón es mi "notable pericia en inglés y excelencia general en otros órdenes". ¡Y me la he ganado yo! La había solicitado antes de salir de vacaciones, pero nunca creí obtenerla, a causa de aquellas famosas malas notas en matemáticas y latín. Pero parece que lo compensé con mi trabajo posterior. Me alegro mucho, Papaíto, porque ahora no seré para usted una carga tan pesada. La mensualidad será lo único que voy a necesitar en adelante, e incluso eso puedo ganármelo escribiendo, enseñando o con algún otro trabajo.

Estoy ansiando volver y empezar a trabajar de nuevo.

Siempre suya,

Jerusa Abbott

(Autora de Cuando las de Segundo ganaron el partido.

En venta en todos los quioscos. Precio: 10 centavos). 

Papaíto piernas largasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora