14 de diciembre
Querido Papaíto-Piernas-Largas:
Anoche tuve un sueño rarísimo. Soñé que entraba en una librería y el empleado me traía un libro recién aparecido: Vida y cartas de Judy Abbott. Lo veía clarito en mi sueño: tapa roja, con una figura del asilo John Grier en la sobrecubierta y, en el frontispicio, mi retrato con una dedicatoria al pie. Pero justo cuando llegaba al final y me ponía a leer la inscripción en mi lápida... ¡me desperté! ¡Qué fastidio! Justo cuando iba a enterarme de con quién me casaría y cuándo me daría por morirme.
¿No cree que sería interesante si pudiéramos leer la historia de nuestra vida escrita por un autor omnisciente? Suponga que dicho libro no pudiéramos leerlo sino a condición de no olvidar nunca lo leído, de modo de vivir toda nuestra vida sabiendo de antemano cómo sucederían las cosas. En semejantes condiciones, ¿cuántas personas cree usted que tendrían el coraje de leerlo? ¿O cuántas podrían vencer la curiosidad y no leerlo, incluso al precio de tener que vivir la vida sin esperanzas ni sorpresas?
Ya bastante monótona es la vida de por sí. ¡Hay que comer y dormir tan a menudo!... Pero imagínese usted cómo sería de mortal esa monotonía si entre comida y comida no pudiera sucedemos absolutamente nada inesperado.
Para salir de este filosófico estado de ánimo, le comunico que este año seguiré con la biología. Estamos estudiando el sistema digestivo. ¡Tendría que ver qué monada es el corte transversal de su duodeno visto en el microscopio! También hemos comenzado con la filosofía. Muy interesante, pero tan vaga... Prefiero la biología, ya que el asunto que se discute se deja sujetar con una pinza en un tablero de estudio.
¿Cree usted en el libre albedrío? Yo sí, absolutamente y sin reservas. No estoy de acuerdo con esos filósofos que creen que cada uno de nuestros actos es resultado directo, automático e inevitable de una combinación de causas y circunstancias remotas. Me parece una doctrina de lo más inmoral, ya que, de ser así, nadie tendría culpa de nada. Un fatalista se sienta en una silla y dice: "Que se haga la voluntad del Señor" y sigue sentado sin poner nada de su parte.
Yo creo decididamente en mi libre albedrío y en mi poder de realizar cosas por mí misma. Creo que ésa es la única creencia capaz de mover montañas. No tiene más que ver cómo me estoy convirtiendo en una gran escritora. Ya tengo terminados cuatro capítulos de mi nuevo libro y cuatro más en borrador.
Esta carta está muy difícil de entender. ¿Le duele la cabeza, Papaíto? A mí, sí. Voy a terminar ahora y me iré a hacer unos caramelos de chocolate con las chicas, para variar de ocupación. Siento no poder enviarle un pedacito. Van a estar muy buenos, porque los haremos con crema de leche y mucha manteca.
Afectuosamente suya,
Judy
P. D. Estamos aprendiendo bailes clásicos en la clase de gimnasia. Por el dibujo que acompaño podrá ver cómo nos parecemos a un verdadero ballet. La del extremo izquierdo, la que está haciendo esa graciosa pirueta, soy yo.
Queridísimo Papaíto-Piernas-Largas:
¿Ha perdido usted la cabeza? ¿No sabe que no se puede mandar a una sola chica diecisiete regalos de Navidad? No olvide que soy socialista. ¿Quiere acaso que me convierta en una plutócrata? Piense en lo incómodo que sería si un día nos peleáramos* ¡Tendría que alquilar un camión de mudanzas para devolverle sus regalos!
Me aflige pensar que la corbata que le mandé estuviera tan despareja. Por la parte de adentro se habrá dado cuenta de que la tejí con mis propias manos. La va a tener que usar en días fríos y prender todos los botones del sobretodo, para que no se vea. ¡Gracias, Papaíto, mil veces gracias! Creo que es usted el hombre más dulce que ha existido nunca... ¡y el más loco!
Judy
P. D. Ahí va un trébol de cuatro hojas que encontré en el campamento McBride. Ojalá le traiga suerte para Año Nuevo.
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Papaíto piernas largas
Novela Juvenil¡Libro de la magnífica Jean Webster! Judy Abbott es una muchacha alegre, inteligente, amable y trabajadora que no conoce el mundo más allá de los muros del orfanato donde se ha criado... hasta que su vida da un vuelco cuando un misterioso millonario...