26 de Marzo

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26 de Marzo

Sr. P. P. L. Smith:

Señor: Usted nunca contesta mis preguntas, nunca muestra el más mínimo interés por nada de lo que hago. Es muy probable que sea usted el más horrendo de todos aquellos horrendos síndicos del asilo y que la única razón que haya tenido para educarme no sea la de interesarse por mí sino exclusivamente cumplir con su sentido del deber.

Sigo sin saber nada de usted. Sin duda alguna arroja todas mis cartas al canasto sin leerlas, razón por la cual de ahora en adelante me limitaré a escribir sobre mis estudios. Mis exámenes complementarios de matemáticas y latín tuvieron lugar la semana pasada. Aprobé las dos materias y ahora figuro incondicionalmente como alumna regular.

Suya affma. Jerusa Abbott

Querido Papaíto-Piernas-Largas:

¡Soy una perfecta bestia!

Por favor, olvídese de esa horrible carta que le mandé la semana pasada. La noche que la escribí me sentía espantosamente sola y desdichada, me dolía la garganta y todo el cuerpo. Es que estaba incubando una gripe con amigdalitis y una cantidad de cosas más. Ahora estoy en la enfermería desde hace seis días y es la primera vez que me permiten sentarme en la cama y me dan papel y pluma. La jefa de enfermeras es sumamente mandona y severa. Pero todos estos días no he podido borrarme la idea de aquella carta y no podré mejorarme hasta que usted no me perdone.

 Pero todos estos días no he podido borrarme la idea de aquella carta y no podré mejorarme hasta que usted no me perdone

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Aquí va mi retrato, con la cabeza vendada en forma de orejas de burro.

¿Verdad que esa imagen despierta su compasión? Tengo hinchadas las glándulas sublinguales. ¡Y pensar que todo el año estudié anatomía sin enterarme de que existían las glándulas sublinguales!... Lo cual prueba que la educación es algo bastante superficial.

No puedo seguir escribiendo. Todavía me tiembla todo el cuerpo cuando paso mucho rato sentada. Por favor, perdóneme el haber sido impertinente e ingrata. Me han educado muy mal.

Suya, afectuosamente,

Judy

Desde la enfermería

Querido Papaíto-Piernas-Largas:

Ayer a la tarde, justo al anochecer mientras estaba sentada en la cama mirando llover por la ventana y pensando en lo aburrida que es la vida de una enferma en una gran institución, apareció la enfermera con una gran caja blanca a mi nombre y llena de los más preciosos pimpollos de rosa que he visto jamás. Y lo que es más, venían acompañados de una tarjeta con unas palabras muy amables escritas con letra inclinada hacia la izquierda, rarísima, ¡pero que índica mucho carácter! ¡Gracias, Papaíto, mil gracias! Estas flores son el primer regalo verdadero que he recibido en mi vida- Si quiere saber cómo soy de tonta, me eché a llorar... ¡de feliz que me sentía!

Papaíto piernas largasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora