Su despedida había sido pequeña tan solo unas pocas personas que habían llorado su nombre y recordando momentos en los que había sonreído con honestidad. No tenía muchos amigos y mucho menos familia. Había sido un alma solitaria toda su vida y de la misma manera se había marchado.
Yo había permanecido inmóvil observando un cuerpo pálido que había tomado el último aliento en una noche fría de verano y había perecido en una calle vacía.
Mis padres me habían abrazado esperando que las lágrimas me desbordaran y el dolor me consumiera pero yo estaba sufriendo por dentro, en silencio y castigándome por no haber cumplido mi palabra. Yo había prometido cuidarla y me había ido cuando me lo había pedido.
Si hubiese sido más valiente, si hubiese sido más convincente su cuerpo no habría quedado olvidado en un cajón desprovisto de detalles.
La había perdido de una manera horrible.
Camila se había ido.
Y una parte de mí había partido con ella.
No todos los ángeles pueden volar y ella no había tenido alas para partir.
Y su nombre, su memoria, quedarían grabado a fuego en mí.
Me encargaría de que su nombre no fuera otro perdido entre las páginas grises de un periódico.
Camila había sido mi primer amor, mi primera perdición.
La había amado como nunca antes se había amado a nadie.
¿Cómo se recupera alguien de una pérdida así?
No se recupera, simplemente aprende a vivir con ello.
Y yo aprendería a llevarla conmigo a donde fuera que me dirigiera.
Con un último beso, la saludé en silencio y susurrando su nombre que seguía produciendo una sensación dulce en mis labios, me retiré de la pequeña capilla sabiendo que nunca más volvería a querer a alguien así.
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Sin mirar atrás
Genç KurguThiago conoce pocas cosas sobre el amor, pero está seguro que es lo mejor que puede sucederle a un ser vivo, sin embargo nunca imaginó que enamorarse podía ser sinónimo de destrucción, que podía llevarlo a lo alto a la vez que enterrarlo bajo tonela...