PRÓLOGO

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ALDEA DE LA ARENA

Hacia poco más de un mes que había sido salvado por Naruto de la organización Akatsuki, esos criminales que lo habían  secuestrado para sacarle al Bijuu de una cola de su interior matándolo a él definitivamente.

Pero gracias a Naruto pudo revivir y ahora tenía una segunda oportunidad. A partir de entonces su visión de la vida y de muchas cosas había cambiado por completo. Si bien ya había hecho un gran cambio antes gracias a Naruto también, ahora su cambio pasaba a otro nivel.

Ayudar y proteger  a quienes son importantes para él y cuidarse a sí mismo ya que había mucha gente que lo necesitaban y dependían de su persona. La aldea de la arena era su hogar y los aldeanos su familia, él como Kasekage tenía el deber de protegerlos a todos y de cuidarse a sí mismo por el bien de los demás.

Entrenaba diariamente en la medida de lo posible, su relación con sus dos hermanos se volvió mucho más sólida y firme que antes. Además había trabajado en la relación con los miembros del consejo quienes ya no lo veían como un arma a la que debían controlar sino como el Kasekage de la arena en quien se podía confiar plenamente. Aquello no le resultó nada fácil de lograr pero al fin sus esfuerzos dieron sus frutos con el correr de los días.

Día a día trabajaba por todos y agradecía de poder respirar un nuevo amanecer. No obstante se sentía sólo a nivel emocional. Sabía que era tonto pensar aquello luego de lo vivido pero también era conciente de que se trataba de algo inevitable. Esa tarde acabó con el papeleo burocrático más temprano de lo habitual, apoyado en el respaldo del sillón del Kasekage volteó para contemplar las nubes y el cielo despejado.

Estaba agotado ya que el trabajo de los últimos días había sido arduo. Necesitaba descansar mentalmente y lo mejor era mirar la nada. Cerró los ojos e intentó poner su mente en blanco pero le resultó imposible ya que una vez más la imagen de él invadía su mente y sus sueños.

Por más que intentaba evitarlo  no lograba hacerlo. Murmuró entre agotado y dolido:

- Naruto Uzumaki

El causante de sus desvelos, de su sentimiento de soledad, era quien ocupaba la mayor parte del tiempo sus pensamientos. No podía ni quería verse a si mismo viviendo una vida con alguien que no sea él, y aunque sabía que era algo ilógico y hasta delirante nada podía hacer para evitarlo.

Prefería permanecer solo que dañar a alguien con su indiferencia, porque si de algo era conciente era que cualquier otra persona que no sea Naruto, sería infeliz a su lado aunque él no desee que eso suceda.

EN LA ENTRADA DE LA ALDEA DE LA ARENA

El viento cotidiano arrastraba la arena del desierto, las paredes formando dos pirámides adornaban la entrada a la aldea dejando un corredor entre ambas para que las personas puedan acceder a la misma y salir de allí cuántas veces quieran. Los vigilantes ninjas que continuamente permanecían allí por turnos reían mientras jugaban a las cartas matando el tiempo ya que nada nuevo sucedía por esos lados. Pero esa tarde el viento cambió repentinamente de rumbo y velocidad.

De ser dócil pasó a volverse violento arrastrando consigo la arena de aquel desierto, las cartas de los ninjas volaron por doquier mientras partes de sus ropas eran sacudidas con fuerza. Algunos se cubrieron el rostro con sus brazos y otros cayeron al suelo al ser sorprendidos por la violencia de la naturaleza del viento.

- ¿Qué demonios pasa? - preguntaron algunos
- ¿Y esto? - dijeron otros
El polvo de la arena les impedía ver más allá de sus narices, todo era tan repentino que los sorprendió con la guarida baja. Además jamás el viento había cambiado de esa forma tan misteriosa. Aquello no era normal.

Vieron más allá al causante de semejante cambio en el viento, se trataba de la abertura de una puerta dimensional bastante peculiar. En el aire a un metro del suelo se abría una línea que iba ensanchandose hasta tener un diámetro de un metro y medio de ancho, en cuyo interior se veía flashes de luces con tonalidades que iban del violeta oscuro al verde intenso.

Rayos y sonidos como si se estuviese viviendo una gran batalla venían del otro lado. De pronto el grito desgarrador de alguien les llegó a todos, provenía del otro lado de la puerta dimensional. Al instante vieron salir de allí a....¡Naruto Uzumaki!

Y la puerta se cerró de golpe desapareciendo y quedando todo en calma como antes. Pero Naruto cayó de un metro y medio de alto al duro suelo. Estaba muy malherido, ensangrentado y temblando como una hoja. En su mano derecha sujetaba con fuerza algo, se veía que estaba engarzado a una cadena dorada.

Con su mano izquierda se sujetaba una profunda herida que tenía en su hombro derecho. Se intentó incorporar pero no pudo, los miró a todos y dijo con desesperación:
- Gaara, llevenme con Gaara. - estaba arrodillado y respiraba entrecortado - Por favor - sangraba hasta por la boca con cada bocanada de aire que absorvia que era evidente le causaba profundos dolores - Él es el único...que puede... protegerme...tiene la mejor...la mejor defensa...¡Gaara ayúdame!

Sus fuerzas se extinguieron y la oscuridad lo absorbió cayendo en la más profunda inconciencia. Uno de los ninjas lo sujetó mientras que otro gritó:

- ¡Pronto hay que llevarlo al hospital de la arena! ¡Informen a Gaara!
- ¡Sí señor!

EN EL DESPACHO DEL KASEKAGE

Gaara volvia a pensar en él, esos juegos mentales lo mantenían entretenido y hasta conseguían relajarlo. Ya que cada tanto solía invadirlo unos extraños impulsos de querer partir rumbo a Konoha en busca de él y secuestrarlo.

Pensamientos infantiles eran por cierto pero solían ser bastante molestos, más aún cuando sus deseos de tenerlo cerca y abrazarlo eran casi insoportables.

Pero en esos momentos sus pensamientos fueron interrumpidos por su hermano Kankou quien entró en esos instantes agitado y en extremo pálido.
- ¡Gaara! ¡Debes venir urgente!
- ¿Qué pasa Kankou? - preguntó sobresaltado
- ¡Es Naruto! ¡Ven urgente!

EL SHINOBI DE LA ARENA ( GAANARU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora