LA MELODÍA DE LOS RECUERDOS

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Pasados los días recibieron la respuesta del señor feudal en la que mostraba su total apoyo al Kasekage y sus decisiones junto al consejo. Le parecía una muy buena idea contar con el Jinchüriki del Kyuubi como ninja de la arena. En cuanto a la relación con el país del fuego, no tenía dificultad alguna en romper la alianza. Ésto llevó paz y alivio a la arena, en particular a Gaara y Naruto quienes vivieron días cargados de ansiedad hasta tener esa respuesta.

Esa tarde el Kasekage se encontraba en su oficina envuelto en papeles distribuyendo las órdenes y demás asuntos. Todos en la aldea estaban al tanto de la nueva disposición que los altos rangos tomaron y para ser sinceros estaban de acuerdo ya que Naruto había sabido ganarse el afecto de cada uno de ellos. Su sonrisa alegre contagiaba a todos, en verdad era un sol que brillaba con energía propia. Entrenaba casi todo el tiempo mientras Gaara trabajaba para esperarlo en casa a la noche.

Aquella tarde saltaba de tejado en tejado recorriendo la aldea mientras respiraba el aire del lugar que ya le resultaba familiar. Le gustaba sentir el viento golpear su cuerpo y alborotar su dorada cabellera.

Volando así de techo en techo se sentía libre como el mismo viento dejándose llevar por la inercia y la brisa fundida con el viento más la arena se sentía renacer. Aquel era su oasis en medio de un desierto oscuro cargado de temores y miedos pero en ese oasis solo respiraba felicidad y libertad. Se lo debía a Gaara y a todos los habitantes de la arena.

Mirando a los aldeanos desde las alturas vivir sus vidas y saludandolo feliz tomó la firme determinación de protegerlos a todos colaborando con el Kasekage siempre. Quería ser un Shinobi de la Arena a como dé lugar. Gaara le había prometido que el papeleo estaba en marcha y en cualquier momento lo sería.

Sacó los auriculares y se los colocó mientras encendía su celular, así acorde tras acorde fue dejándose llevar por la melodía que le llegaba a su alma misma.

Esa música cuyos contrastes lograban que su alma vibre colmándolo de felicidad permitiéndole relajar su mente y su espíritu mientras seguía deslizándose de tejado en tejado sintiendo el viento acariciar su cuerpo al completo. No podía pedir nada más. Sabía que había llegado a esa aldea herido y desesperado, huyendo de quienes habían sido sus amigos y seres queridos. Fue a la arena en busca de protección y ellos le abrieron las puertas de sus casas y sus corazones sin importarles nada de lo que Konoha dijese o lo acusara. No solo lo aceptaron sino que habían decidido nunca entregarlo y protegerlo. Aquello en verdad lo hacía tan feliz que las lágrimas humedecieron su rostro.

La gente de esa aldea no lo miraba con temor ni con odio ni intentaba atacarlo, aquello era reconfortante para su persona. Además había encontrado el amor y nada podía hacerlo más felíz. Si bien su memoria regresaba de a pedazos no tenía nada certero, no obstante sabía que había amado a Gaara desde hacía mucho tiempo pero había creído erróneamente que él no le correspondía ese amor y no lograba recordar por qué había llegado a esa conclusión.

A decir verdad tenía muchísimas lagunas mentales, no recordaba por qué llegó a la Arena en tan mal estado al borde de la muerte. Tampoco recordaba qué pasó en concreto en Konoha para que lo odien así pero si tenía en claro algo. Él nunca pero nunca los habría atacado ni perdiendo el control con el Kyuubi lo habría echo. Menos aún habría matado a alguien aunque sea Danzou quien se mostraba como un enemigo, él jamás pudo hacer semejantes atrocidades de que lo acusaban.

Haber dejado en coma a la abuela Tusnade, nunca pudo hacerlo. No fue obra suya, estaba seguro. Él no hizo nada de eso aunque, no recuerde lo sucedido se conocía lo suficiente como para saber quién era él y hasta dónde era capaz de llegar.

Pensó en Kakashi y recordó lo que Gaara le había dicho con un dolor tan grande que sentía que su corazón sangraba. Cómo era posible que su propio maestro que tan bien lo conocía mienta así sobre su persona. Le dolía la traición de quienes los consideró familia. Esto no podía evitar de sentir. Como tampoco podía evitar el terror que se adueñaba de todo su ser cada vez que recordaba a su aldea. Solo que en esos momentos sintiéndose libre como el viento y con la música envolviéndolo y tranquilizando su alma podía controlar ese terror y volverlo un temor más soportable.

EL SHINOBI DE LA ARENA ( GAANARU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora