Capitulo 35: Confesión.

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Rukia era de buenas calificaciones, pero no era tan responsable con sus deberes, ni siquiera hacía los trabajos que dejaban para dos meses después, pero ahora misma, ella se encontraba haciendo hasta los trabajos para finales de semestre con tal de mantener su mente ocupada y no pensar en Renji... o en su prima... ¡O en ella misma por ser estúpida! Tenía que hacer todo lo necesario para mantenerse encerrada y no ver a su guardaespaldas, no quería quedar como una tonta celosa, ni mucho menos con lo retrasado que es él, que podía apostar su fortuna a que no tenía ni una mierda de idea de lo que pasó.

—Estúpido Renji, ojala te mueras por una radiación tóxica.

Gruñe frustrada por volver a pensar en él... ¡Que no quería, maldita sea! ¿Por qué su mente era tan masoquista?

Mira el mar desde su ventana, tal vez si daba una vuelta...

Se sobresalta por el inesperado ruido de su puerta al abrirse, incluso suelta un grito. Indignada y molesta de que entren sin avisar, estaba lista a gritarle miles de palabrotas al maleducado, pero todo queda atorado en su garganta al ver que el culpable era nada menos que Renji. Sus palabras quedaron atoradas en la garganta, incapaz de hablarle mientras lo miraba fijamente, confundida por su actitud extraña y su serena mirada que debilitaba su cuerpo.

Era un peligro, tenía que sacarlo de ahí.

—Pero qué... ¡¿Quién mierda te crees al entrar así a mi cuarto?! — Pesca un florero y se lo avienta directamente a la cara. — ¡Sal de aquí!

—¡Maldita Rukia, quédate tranquila y déjame hablar!

—¡No quiero oírte, quiero que te vayas! — Le seguía tirando cosas que el pelirrojo se veía obligado a esquivar apenas. Ella gritaba para no oírlo, no quería escucharlo, no quería verlo, tenía miedo. — ¡VETE!

Cabreado por la actitud de la "enana", Renji gruño y en un movimiento rápido que Rukia NUNCA había notado antes (¿Cuándo se había vuelto tan bueno?), él la toma de las muñecas para impedirle seguir lanzando cosas y la acorralo en el escritorio. El cuerpo de la sirena se paraliza por estar atrapada entre el mueble y alto hombre de cabello rojo, podía sentir la calidez de su cuerpo sobre el suyo, despertando sus hormonas peligrosamente, y como si no fuese suficiente tortura, tenía su seria cara tan cerca que su aliento la mareaba, deseando caer en sus brazos y besarlo como esas mujerzuelas fáciles que odiaba.

Maldice a Renji un millón de veces en un segundo, odiaba sentirse débil, insignificante e indefensa como un cabrito cuando caía ante el hechizo de Renji.

—Rukia. — La susodicha maldice al pensar que la voz del pelirrojo sonaba taaaaan sexy. — ¿Qué es lo que te ocurre? ¿Qué pasa por esa cabeza tuya?

—No sé de qué estás hablando. — Yendo a la defensiva nuevamente, no pensaba revelarle nada por miedo a perderlo. Preferiría su enojo a que la abandonase por considerarla una friki de circo.

—Si sabes de qué estoy hablando, estás evasiva, sales sin avisar a nadie y andas en Dios sabe donde con las chicas e Hichigo, actúan como si tuvieran una especie de secta y otras cosas de las que todavía no me quedan claro.

—Mi vida no es asunto tuyo, tu trabajo es protegerme y nada más. — Mirando hacia otro lado.

—¡¿Crees que te protejo por un puto deber o trabajo?! — Rukia se sobresalta, no por su grito, más bien por sentir las manos de Renji ahora en sus mejillas. Demasiada confianza y cercanía. — Yo elegí protegerte, ¿recuerdas? Yo te protejo porque quiero, no porque es un deber... ¿No recuerdas el juramento que hice cuando te acepte?

—Sí... lo recuerdo... — Hablándole un poco bajo, mirando el suelo lo más que podía ya que sus manos no le dejaban.

—¡Entonces deja de actuar como si me importase más el puto trabajo que a ti!

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