Capítulo 24

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MALCOM

Reyna se quedó con conmigo toda la noche, y por más que trate no pude dormir, seguía sin poder creer por lo que mi hermana estaba pasando.

¿Cómo fue como no me di cuenta antes?

Annabeth no era una chica tan expresiva, aun así, debí notar algo estaba pasándole.

La mañana llego, aún faltaba para que mi despertador sonara, con cuidado me aparte de Reyna y fui a tomar una ducha, dure poco tiempo, me vestí y regrese de nuevo a la cama para verla, ella estaba dormida hasta que mi despertador sonó, sus ojos se abrieron y en ambos no pudimos ocultar nuestras sonrisas.

—Buenos días —le susurre antes de acercarme para darle un beso.

—Buenos días —respondió ella. Iba a volver a besarla, pero la puerta de mi habitación fue abierta.

—Malcolm necesito que...—las palabras de mi padre murieron cuando vio a Reyna en mi cama, su mirada se desvió al piso justo donde se encontraba esparcida su ropa incluyendo la interior, él se aclaró la garganta— Señorita Reyna —murmuró ligeramente incomodo por la situación—, me alegro de verla nuevamente.

—Pienso lo mismo señor Chase —murmuró ella luciendo aún más incómoda que mi padre.

Los 3 nos quedamos unos segundos en silencio.

—¿Qué necesitas padre? —pregunte después de unos segundos, justo cuando la incomodidad estaba creciendo a un nivel insostenible.

—Sí, yo... em... lo olvide, creo...—dijo tratando de recobrar el hilo de sus ideas—. Cuando recuerde te lo haré saber, los veré a los dos en la mesa para desayunar.

Mi padre salió de mi habitación y cerró la puerta, lo único que pudimos hacer Reyna y yo fue reír por la incomodidad, me subí a la cama.

—¿Por qué no me dijiste que estaba aquí? —preguntó ella entre risas.

—Porque no sabía que lo estaba —dije haciéndole cosquillas.

—Malcolm detente —me pidió mientras reía. No me detuve claramente, ella tomo la sabana para cubrirse y correr al baño, la seguí, cerré la puerta.

—Malcom es mejor que salgas —dijo poniendo su brazo para que no me acercara a ella, tome la sabana que se arrastraba en el piso y como sabía que ella no la soltaría la jale, cuando su cuerpo chocó contra mí rápidamente la bese, la subí en el lavamanos mientras acariciaba sus piernas y espalda por sobre la sabana.

— Malcolm debo arreglarme —susurró cuando libere.

—No es necesario —dije— puedo darnos el día libre hoy.

Volví a besar sus dulces labios, recorriendo mis caricias hasta darle un pequeño y suave mordisco en su oído.

—No... se vale.... que hagas eso, Malcolm —dijo entre suspiros.

Hice que la sábana que la cubría cayera, sus manos fueron a mi cuello, enterraba sus dedos en mi cabello, no sabía si íbamos a poder continuar con esto, mi padre y mi hermana nos estaban esperando abajo para desayunar.

—Malcolm detente —me pidió—, no empieces algo que no vas a poder terminar.

Separe mi boca de su cuerpo.

—Múdate conmigo —le pedí.

—¿Qué?

—Múdate conmigo, aquí.

—Malcolm, tú y yo acabamos de...

—Tú y yo nos conocemos a la perfección, y desde la noche que dormí contigo por primera vez he pensado que dormir solo apesta o, mejor dicho, dormir sin ti apesta.

El fuego que nos consumió |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora