Prólogo

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—Tu turno, cuéntanos cómo te sientes Madison.—Habla la mujer pelirroja.

En realidad no sé por qué le dicen pelirojas si es realidad el color es más bien naranja, en fin, me siento bien sabiendo que yo sí se distinguir los colores.

—Me siento jodida—. Confieso.

Nadie dice nada al respecto, después de todo por eso estamos aquí, porque estamos hechos una mierda.

—Bien, me gusta que te desahogues...

—¿Piensa que decir que me siento jodida me desahoga?—. Cuestiono indignada.

— No, pero te hace bien decir lo que quieres y expresarte.

—¿Quiere que le diga en verdad cómo me siento?

— Por supuesto—. Responde con toda la paciencia del mundo.

— Está bien—. Digo, encogiéndome de hombros. —¿Por qué?. Es la pregunta más común que todos nos hacemos, y la cual casi no siempre tiene respuesta... Cómo por ejemplo: ¿Por qué tenemos que tronar nuestros dedos cuando estamos nerviosos?—. Cuestiono a los demás , mientras ejerzo la acción. —Bueno quizá ustedes no lo hagan pero yo sí. O¿Por qué tenemos la necesidad de saltar cuando estamos feliz?. O ¿Por qué hay tantas muertes?. O ¿Por qué hay personas malas?. O ¿Por qué hay tanta hambre en el mundo mientras hay personas que literalmente nadan en dinero?. O ¿Por qué no hay más empatía y menos indiferencia?. O ¿Por qué a las personas que hacen menos daño en el mundo le suceden cosas malas?— prosigo cuestionando, en realidad creo que parezco una loca, pero Karla ha dicho que quiere saber cómo me siento y es hora de hacérselo saber. —Si, casi todas las cosas malas que nos suceden no tienen muchas respuestas, a veces dicen que es karma o es que tú has sido una mierda con el mundo, pero no, eso no fue lo que me pasó a mí— . Protesto con dolor, mientras los recuerdos se pasean por mi atormentada cabeza. — No tengo idea de porqué tuve que pasar por algo así, antes de aquello era jodidamente feliz, intentaba dar lo mejor de mi, ahora no tengo ganas de nada ni de nadie, recuerdo muy bien la semana antes de aquel suceso y me odio, me odio a mi misma por haber sido tan estúpida—. Sollozo mientras me cubro la cara con ambas manos. — ¡Pero vamos nadie tiene derecho a hacer algo así!, ¿Por qué, porqué carajos tienen que ser seres tan perversos?, ¿Por qué no piensan antes de cada acto?—. Pregunto a Karla mi psicóloga, su expresión es de tristeza, aunque trata de taparlo con profesionalismo. —Nada, no hay respuesta, no hay una sola explicación para todas las preguntas que me hago yo misma, ni yo puedo responder, mucho menos las personas a mi alrededor. —¡carajo!—. Exclamo con dolor y lagrimas. —Duele, duele tanto, da asco, y tengo ganas de gritar, pero no puedo, nada puede tranquilizarme, no es sólo dolor físico, es algo más, algo que hasta ahora no puede desaparecer y nadie puede comprender solo yo...
Ahora lo único que me pregunto es, ¿POR QUÉ?.

Todos me observan, algunos con pequeñas lágrimas y otros solo tiene la mirada neutra, todos aquí tenemos problemas, unos sin ser culpables y otros porque quieren.

—Eso fue muy valiente de tu parte, Madison, estás saliendo adelante—. Me anima Karla

Niego suavemente con la cabeza y salgo de la sala, está equivocada, cada vez me siento peor aún cuando hay personas que me aman y que me apoyan, quiero salir adelante, pero de alguna forma me niego a hacerlo.

Unos pasos acercándose hacen que las comisuras de mis labios se eleven. Se hace presencia el chico de ojos verdes que me sonríe.

—Eres mi ídola—. Comenta, mientras se lleva una botella de agua hasta los labios.

—Eso lo sé—. Alardeo con burla. Su mirada se vuelve seria, lo cual incluye en la mía. —¿Que pasa?

—Tenemos algo en común, a ti y a mi, nos han jodido la vida, la diferencia entre tú y yo, es que tú sí puedes salir adelante, en cambio yo no quiero hacerlo— confiesa con neutralidad.

—¿Por qué me dices todo esto?—. Pregunto cómo estúpida.

—Por que quiero que salgas adelante, te lo mereces, Madison.

—Tengo miedo...¿Y si vuelve a pasarme algo así?.

No responde, se que al igual que yo, no sabe la respuesta, que irónico somos, no comprendemos ni nuestra propia mente, ni nuestros propios actos.

El pelinegro me observa, toma un poco de aire, sus labios se abren levemente para emitir las palabras.

—Sabes, Maddy. Los humanos somos capaces de construir un nuevo planeta si lo deseamos, pero probablemente solo lo destruyamos al igual que este.

—Ese es el problema, que lo destruimos todo.

—No, el problema es que somos crueles.

Sus palabras me dan tristeza, por lo cual vuelvo a preguntar.

—Pero... ¿Por qué?.

El pelinegro suelta un suspiro.

—Porque somos crueles—. Volvió a repetir.

¿POR QUÉ?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora