Capítulo 24

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Madison.

Solo bastó cruzar la salida del campo de fútbol, para que mis lágrimas se desbordaran sin piedad alguna. Toda la emoción que tenía guardada, todas las palabras para hacerle entender que lo sentía, todos los besos que guarde para entregárselos hoy; todo, absolutamente todo,se fue a la mierda.

¿Por lo menos se percató de mi presencia?.

No lo sé, solo una idea se venía a mi cabeza; después de todo fue él, él fue quien le contó, no me cabía duda.

¿Cómo pudo hacerme algo así?

Después de todo, nunca la olvidó, después de todo ella no solo fue un pasatiempo, solo le bastó que le dejara la puerta abierta para que el corriera hacia ella, después de todo siempre fue así.

Entonces...¿Qué era yo para él?, ¿Me tomó en serio?. Sus acciones demuestran lo contrario.

Lucas me miraba con cautela, se que quería decir algo, pero solo lo reprimió. No tenía hacia donde ir o donde derrumbarme, solo estaba su hombro, con una mirada suplicante pedí permiso, el solo frunció el ceño con comprensión.

Colocó su palma sobre mi cabeza y otra en mi espalda, dándome así toda la libertad para llorar en su hombro. Hasta ahora este había sido el momento más íntimo de ambos y sinceramente era muy reconfortante.

Lloré con todo el dolor que sentía, lloré para tragarme todo con respecto a él. Karla tenía razón, el solo huyó, me dejó sola, no intentó salvarme, no intentó acercarse, no intentó una mierda.

—Me duele—. Pronuncie entre sollozos y un nudo en la garganta.

—No para siempre—. Contradijo, Lucas —Ven conmigo. No necesitas ésto.

Nuevamente me abrazó con todas sus fuerzas al igual que lo hacía yo, era la primera vez que no me negaba a un abrazo y no me molestó para nada. Lo necesitaba.

Caminamos en dirección a nuestras bicicletas, montamos en ellas y pedaleamos, no sabía hacia donde iríamos, y tampoco me importaba mucho, solo quería alejarme de ese lugar, solo quería que dejara de doler un poco.

Pasaron alrededor de diez minutos de lágrimas y camino, la comisura de mi boca se elevó creando una débil sonrisa, ante tal lugar. Era nuestro puente.

Mire de reojo al pelinegro a mi lado, tenía una enérgica sonrisa estampada en su hermoso rostro. Tenía que admitirlo, el chico es lindo.
Dejamos las bicicletas y nos aferramos al barandal del puente, contemplando la vista, los autos yendo y viniendo, todas las luces se veían distorsionadas por las lágrimas en mis ojos.

Mi cabeza al igual que mi corazón intentaban procesar todo lo que sentía, todas las cosas que me dolian y también las que me hacían sentir enfadada. Me sequé las lágrimas com cierta molestía, sentí la mirada de Lucas a mi lado, entonces habló:

—¿Lo quieres?—. Preguntó con suavidad. Yo mantenía la mirada hacia el frente.

—Si—. Respondí, la voz se me quebró. —Pero, al parecer el no.

—Entiendo, pero... ¿Por qué la beso?. Sabe que tú ...

—Si, lo sabe—. Le interrumpí. Lucas había estado como chicle en el zapato esta semana, pero aún no le había contado lo de Simón. —Somos... Éramos novios.

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