JUNGKOOK: EL REY DE LA SELVA | KOOKMIN| 1982

I. El rey de la selva

—Vamos, preciosa. Nos vamos a divertir—Le dijo un hombre gordo de pelo rojizo; muy corto, sus manos eran enormes y sucias, éstas tocaban las piernas de la mujer mientras la sostenía contra el piso boca abajo.

—¡No, sueltame!—Sacudió su cuerpo tratando de librarse
—¡Sueltame!, ¡por favor!—lloró—Por...favor —Dijo débil.

—¡DEJALA, IMBÉCIL! —Gritó la pareja de ésta con una rotura en su ceja y sangre saliendo de su boca. Sus enormes ojos negros veían a su pareja sin poder hacer nada. Él estaba siendo sujetado por dos marinos.

—Ese no era el trato—Respondió el hombre quién la sujetaba. El capitán del barco.
—Tampoco este—Dijo con todas sus fuerzas posibles, el señor Phillip.

—Mi barco, mis reglas —Dijo ufano el capitán empezando a desatar sus pantalones mientras remojaba sus propios labios con su lengua, su rostro era verdaderamente asqueroso.

Pronto, una gran explosión aventó a todos al suelo. El señor Phillip se reincorporó de inmediato y ayudó a su pareja a pararse. La espalda alta de la mujer le dolía, sólo le sucedía cuando tenía un mal presagio de muerte, así como ahora.

—¿Dónde está?—Le preguntó a la mujer. Ella señaló hacia un corredor donde un marino del barco llegaba corriendo y con un niño en brazos bien tapado.

—¿Tú quién eres? —Le preguntó Phillip; el tipo no le contestó.

—¡Rápido, vamos, rápido! —Le dijo a la pareja tomando ágil a la mujer del brazo y ayudándola a correr a un extremo del barco.

—El bote está listo —Dijo el marino. Él era un hombre flaco, tenía muy poca musculatura, su barba en forma de candado a ras de su cara, su cabello castaño estaba sucio y desordenado.

—Gracias—Le dijo Phillip al marino —Toma—Rápidamente se quitó su reloj y se lo entregó a éste.
La mujer se subió al bote con el bebé en brazos, mientras su pareja junto con el otro tripulante empezaban a descender de poco en poco el bote.

—¡Espera, espera!—Gritó la mujer —Yo también debería darte algo — El marino negó con una sonrisa apenada.
—El mayor regalo sería saber el nombre de su hijo—Le dijo. Ella sonrió aceptando y le dijo débilmente el nombre.

El capitán del barco se levantó del suelo atontado, pero aún así tomó por la espalda, el cuello de Phillip y lo tiró al suelo, pronto, el marino tomó las dos sogas y bajó de soplón el bote con la mujer y su hijo a bordo.

—¡Desate las sogas!—Le gritó y ella con manos temblorosas desató una soga y después la otra.
El marino utilizó una de éstas para atar al cuello del capitán y quitarlo del hombre quien cayó de espaldas al suelo tosiendo y sobando su cuello.

—¡Ya, ya! ¡Salta!—Le dijo mientras sujetaba el cuello del capitán con las sogas—¡No aguantaré mucho! ¡Salta ya!

La mujer esperaba a su pareja en el bote, su cabello rubio se ondeaba con el viento, hasta que lo vio saltar al agua y otro estallido de fuego hizo explotar al barco y volar pedazos de madera.

Cuando él llegó al bote, ella lo ayudó a subirse y comenzar a remar. Después de unas horas y con ayuda de la mujer llegaron a una orilla.

—Cómo llegaremos a Europa—Le preguntó al hombre en susurro, su bebé dormía.
—No podemos quedarnos aquí— A su alrededor sólo había selva, arboles, naturaleza y probablemente animales.
Continuó diciendo la mujer:
—No duraremos ni una noche y John está temblando...

—Subiremos a un árbol y los ataré, así nadie caerá, todos estaremos bien y mañana veremos—Se acercó a ella y juntó sus labios dándole un beso en la frente