~XVI~ Casos

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—Quién lo diría —dijo para sí misma Libasset.

La noche anterior sí que le sorprendió recibir el mensaje a través del búho oscuro (hermano del búho plata), el niño elegido salió lleno de sorpresas. Pero primero debía terminar el asunto de los secuestros en el mundo muggle.

— ¿Sigues firmando más documentos?

—Ainsworth, te agradezco hayas venido —respondió Libasset. Sin inmutarse por su llegada.

—Por más que venga, sigo diciendo que esta mansión es demasiado ostentosa.

La risa de la mujer fue notoria—. Eres un ermitaño que ama los lugares ajenos a todo, por ende se te hace ostentoso.

El aludido llevó su mirada a todo el lugar—. Cómo no sentirlo así, esta sala-recibidor incluso parece más estudio o biblioteca.

El sitio en verdad era de antaño, aquellas mansiones lujosas de la época en victoria. Mientras que donde trabajaba Libasset, era una sección del fondo, donde estaba un mini escritorio con su propia sección de cajoneras, frente al enorme ventanal simulando una pared completa.

—Mmmm... —por unos momentos Libasset dejó de firmar para observar el sitio—. Es vieja, ha visto las épocas y sus momentos de gloria en la era de emperadores y monarcas.

—Con emperadores te refieres a una sola línea universal, o cuentas los emperadores de bajo rango que no llevan nuestra sangre.

—Que cruel y clasista eres Ainsworth, con razón Titania te quiere de heredero —se burló la elfa.

—Ahórrate tus comentarios, no he venido para tener una charla amena —respondió molesto.

La elfa solo encogió los hombros manteniendo su sonrisa—. Debo investigar sobre el caso del tal Harry Potter.

Al escuchar el nombre, Ainsworth la observo—. No es mi trabajo ni deber hacerlo, son problemas de ustedes los externos. Nosotros los antiguos hemos dejado a la deriva y al exilio su raza.

La mirada de la elfa se volvió frívola, capaz de expresar el término «sangre y muerte» juntas.

—Aunque ambos lados no podemos tolerarnos, si no hacemos la petición solicitada por mi máster. Arrasara no solo contigo, también a tu gente.

Ambas miradas no cedían, además del silencio incómodo y pesado. Hasta que el mago azotó con algo de fuerza la punta de su bastón al suelo. Mostrando su enojo.

—Los reportes que nos llegan a mí, y al resto de magos guardianes... —apretaba con fuerza la cabeza del bastón—... es acaso de la misma situación.

—Si —respondió la elfa—. Me temo que reclutan, y si han capturado a las fairy que pasean fuera de tus dominios es porque ahora buscarán los medios para tener todo, recuérdalo Ainsworth. Porque incluso en el mundo muggle están secuestrando a niños.

Solo se escuchó el azote de la enorme puerta de la sala. Ainsworth había aceptado la dichosa petición a regañadientes.

—Ellos jamás nos han tolerado, no es así —dijo la elfa al búho—. Regreso en la noche, debo ir a la junta.

—Es el décimo en este mes —expresó molesto el policía muggle, lanzando su libreta de registros dentro de la patrulla—. No hay ni pistas de quien pudo secuestrarlo.

Su compañero se cruzó de brazos—. Esto ya está muy fuera de lo normal aquí en Edimburgo, incluso los jefes de alto rango han tenido que intervenir.

El hijo preferido «Dinastía Merlín»¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora