~I~Destino

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La calma era parte de esas noches en luna nueva, Scarlet gozaba de una amena lectura en el refugio de su biblioteca, poco tiempo estaría así al sentir otra presencia.

—Madame, una carta para usted —anunció la doncella al entregárselo.

—Gracias querida —expresó la dama retirándose los lentes, y con una sutil sonrisa le concedió el permiso en silencio de poder retirarse. El sello en el sobre lo reconocería donde fuera que estuviese, era perteneciente al colegio Hogwarts, curioso que llegara una carta a su persona, abrió el sobre para leer su contenido—. Libasset —llamó a su doncella mientras continuaba leyendo la carta.

— ¿Ha llamado madame? —la elfa llego con prisa.

Esbozando una sonrisa de medio lado provocado por el contenido del sobre, le indico una simple orden—. Prepara mis cosas.

Por otra parte del mundo mágico, los gemelos Weasley y Ron habían rescatado a Harry de su hogar en Privet Drive, ahora habían llegado a la madriguera.

Abrió la puerta con cautela—. Pasen —cercioró Fred al entrar primero a la casa con total sigilo, después de todo no habían pedido permiso para tomar el coche y salir a altas horas de la madrugada—. Totalmente despejado.

Harry se vio fascinado por la casa de los Weasley, pequeña pero llena de cosas, objetos moviéndose por la magia en todo el lugar, cocina, sala, comedor, el sonido de un reloj llamo su atención al moverse las manecillas donde se mostraban los rostros de la familia señalando en donde estaban los integrantes, un artilugio muy curioso que dejó encantado a Potter.

— ¿Creen que estaría bien si tomamos un poco? —cuestiono George señalando la cesta de panes sobre la mesa del comedor.

Fred quien se quitaba el suéter medito unos segundos—. Si, mamá no se dará cuenta.

En cambio Ron sin tomarle importancia a lo que decían sus hermanos mayores, se dispuso a tomar un pan para comerlo observando como Harry se entretuvo viendo la bufanda tejerse sola—. No es gran cosa —índico Ron dándole otro mordisco al bollo—. Pero es nuestra casa.

—Pues es una maravilla —respondió sonriente Harry.

Apareciendo de un salto ante la expresión de sorpresa y horror de todos, estaba la matriarca de los Weasley frente a ellos con expresión clara de enojo—. ¡¿A dónde se han estado?! —expreso Molly quien veía como sus tres hijos guardaban el pan con prisa dentro de sus bolsillos, pero al ver a Potter todo cambio—. Harry, me da gusto verte, querido —y como fiera volvió a los demás—. ¡Las camas vacías! ¡Ni una nota! ¡El carro no estaba!, se podrían haber matado o los podrían haber visto, claro que no es culpa tuya, Harry querido.

—Lo mataban de hambre, le pusieron barrotes en su ventana —explicó Ron con una buena justificación, siendo apoyado por los gemelos y Harry asintiendo con la cabeza.

—Agradece que no te ponga rejas a ti, Ronald Weasley —señalaba Molly con su mano dejando una expresión de horror a todos ellos—. Ven Harry, es hora de desayunar —expresó de manera maternal, el resto se acomodó en el comedor, siéndole servida la comida.

El sonido de los pasos descendiendo las escaleras con apremio indicaba que otra persona más bajaba para el desayuno, siendo la menor de los Weasley, quien bajaba—. Mami, ¿Has visto mi suéter?.

—Si querida, está en el closet —respondió Molly terminando de servir los huevos estrellados.

Ginny quedó pasmada al ver a Harry desayunando, el niño que sobrevivió notó su reacción congelada en el lugar—. Hola —saludo Potter, pero la pequeña pelirroja solo retrocedió y con ello subió muy a prisa las escaleras, George y Fred rieron por la reacción de su hermana—. ¿Qué hice? —cuestionó extrañado.

El hijo preferido «Dinastía Merlín»¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora