-Bésame, mi sol- susurró el Nazi en los labios de su argentino, haciendo que este sonría mientras que volteaba su rostro a un lado, como si se estuviera burlando del Third Reich de firma silenciosa.
Argentina despegó sus manos del escritorio y las paso por los hombros del mayor, hasta que terminaron en su nuca,empujando con violencia su boca hacía la suya, donde sus labios colisionaron en un beso violento y frenético, lleno de pasión y añoranza, lleno de deseo y alivio, como si ambos hubieran estado esperando aquel beso por mucho tiempo.
Pero nuestro sol de mayo, hacía tiempo que había dejado de ocultar sus intensiones bajo una sonrisa, hacía tiempo que ya no le interesaba pisar a alguien con tal de conseguir sus objetivos. Por ello, mientras que Nazi se desacia contra sus labios, de la manager de su uniforme saco una pequeña jeringa, que destapó y clavó con fuerza en el cuello del Nazi haciendo que este grite inesperadamente, luego Argentina enredó sus piernas en la cintura del mayor mientras que oprimía el biombo de la jeringa, intentado aquel líquido letal.
El Nazi foto una vez más y Argentina lo soltó, haciendo que Reich se alejará de su cuerpo con violencia, cayendo al suelo débilmente.
-El potasio es muy curioso- aseguró Argentina viendo divertido la jeringa que tenía entre manos- un poco de más es suficiente como para matar a un hombre, no es por nada la inyección letal, y el método de ejecución favorito hoy en día.
-¡¿por qué?!- grito Nazi arrastrándose por el suelo.
-Puede ser que en su momento el movimiento Nazi me haya atraído, había tanto orden, motivación y valor por parte de sus fieles seguidores que me gustó la idea de tener algo parecido aquí, pero los años pasaron, los tiempos cambian como también nuestros objetivos, pero los tuyos no cambiaron, seguís siendo un viejo arrogante dolido y rencoroso, yo no quiero ésto- aseguró Argentina dejando la jeringa caminando alrededor del Nazi- tampoco quiero un mundo donde Alemania no tenga oportunidad de crecer y tomar sus propias decisiones.
-Eres...- susurró completamente agotado, pálido y cada vez más débil- solo un niño con demasiado poder.
La voz jadeante del alemán se apagó por completo, mientras que su cuerpo empezaba a quedarse tieso, su pecho ya no marcaba el compás de su respiración y sus ojos se apagaban para cerrarse y jamás volver a abrirse. Nazi estaba muerto, de forma definitiva.
Argentina suspiró de forma pesada, se giró en dirección a su escritorio y tomó el documento que reposaba en el mismo, caminando en dirección a la puerta, dirigiéndose al lugar donde Inglaterra estaba encerrado.
Fingie por tanto tiempo que un viejo genocida, xenófobo y homofóbico le caía bien o tenía una fuerte atracción por él le resultaba agotador, pero para su suerte, ya había terminado
Narra Argentina:
El documento que llevaba en mi mano era resguardado en un sobre común y corriente, mientras que tanteaba mi bolsillo donde estaba la pluma, si Inglaterra firmaba este documento todo acabaría.
Los granaderos que custodiaban la entrada de las celdas se hicieron a un lado dejándome pasar a los túneles, mientras que ellos me acompañaban a una cierta distancia, viendo de reojo a mis antecesores, los que habían decidido no participar de mi juego "macabro" como se habían molestas en llamarlo, como si ellos no hubieran echo cosas peores.
-¿Estás despierto?- pregunté nada más poniéndome delante de su celda.
Inglaterra estaba esposado a la pared, de manos y tobillos, mientras que otro granadero estaba al final del pasillo, custodiando de forma expresa.
-Go to hell [vete al infierno]- Inglaterra escupió en el piso de la celda, haciendo que sonría, ya que era raro verlo fuera de aquel papel de pura elegancia y sobriedad que siempre llevaba a todos lados.
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Niños malos [#C.H 1] |COMPLETA|
General FictionArgentina casi nunca tenía malas intenciones, casi siempre andaba caliente y todo el tiempo se hacía el paciente. Argentina sabía que nadie era un santo, que el mundo era un espanto y que todos eran malos. Sabía que los países deforman el mundo a su...