XII

993 114 29
                                    

Me sentía muy bien, me sentía bastante a salvo, pero toda esa paz se fue interrumpida cuando tiraron con fuerza de mi saco, separándome de Nazi, quién se quejó y trato de acercarse de nuevo a mí, pero Rusia lo agarró también y lo golpeó en el estómago, haciendo que Nazi caiga de rodillas, sin aire.

—¡Eu no! ¡Dejenlo!— pedí empezando a moverme por todos lados con tal de separarme de Gran Bretaña, quién era el que me tenia agarrado.

—¡Argentinien!— grito el Nazi cuando Rusia lo llevaba de nuevo a la celda.

Le pegue un codazo a Gran Bretaña, justo debajo del mentón, haciendo que me suelte, cayendo al suelo, corrí a Nazi mientras esté se resistía a los tirones que Rusia le daba, no sabía lo que quería lograr con esto, pero no quería dejarlo, todavía no, no me sentía listo para eso.
Cómo sabía que no iba a poder con Rusia en un mano a mano, solo se me ocurrió agarrar una fusta, la familiaridad que me embargo cuando la agarre me hacía querer vomitar, pero aún así, la usé, la usé en contra de Rusia, golpeando sus manos y cara haciendo que retroceda, Nazi se libero de él y corrió a mí.

Nazi me agarró de los costados de la cara y se acercó violentamente, unió mis labios con los suyos, en un beso urgido, necesitado y lamentablemente muy corto, porque cuando nuestros labios se juntaron, después de que el calor se instalará en mi pecho, de que lo sintiera tan familiar, fuimos separados bruscamente cuando Rusia golpeó a Nazi en la nuca, haciendo que caiga de rodillas, y antes de que yo pueda hacerlo, Rusia me empujó, donde atrás me esperaba Gran Bretaña para ponerse encima evitando que pudiera moverme.

—¡No! ¡Nazi!— grité cuando vi que lo iban a meter de nuevo a la celda, pero no pude hacer nada más, porque después vi todo negro.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
Me dolía la cabeza, me sentía muy mareado y la panza me dolía, me sentía como la mierda, todo estaba oscuro y no sabía donde estaba.

—Argentina— me llamaron, pero decidí ignorar aquella voz, solo me concentre en mis malestares, me dolía un poco las rodillas, la espalda y sentía ganas de vomitar de nuevo.

Escuchaba voces a la distancia, parecían estar discutiendo, no sabía por qué, no me importaba tampoco, solo me quería ir a mi casa, solo quería que todos se callen. Las voces de escuchaban mucho más cerca, como también pasos, la discusión parecía empeorar.

—¡Déjenme verlo!— la voz de México me hizo estremecer, sabía que no iba a estar feliz conmigo.

Me chupa un huevo.

—México, no es lo mejor, estás muy alterado— la voz de Rusia, no sabía si debería discúlpame por pegarle.

No.

—¡Ya a la chingada, voy a darle unos buenos vergazos, a ver si despierta la estúpida!

Vete.

Seguían gritando, lo que se me hacía muy molesto, empezaron a gritar cerca de la puerta, y toda la somnolencia que pudiera tener desapareció. Me levanté de la cama y me termine de vestir, me acomodé el pelo y mire moretón que
tenía en el brazo, decidí ignorarlo, pero después de eso, no tenía una sola marca.
Camine a la puerta a pesar de los gritos que se escuchaban y la abrí, haciendo que todos los que estuvieran en ese pasillo se cayendo finalmente, mire a todos con indiferencia, a la ONU, a México, a Rusia, a Gran Bretaña y Alemania.

—Me voy— les informe empezando a caminar a la salida, ya no estaba en la casa del ruski, estaba en una de las sedes de la ONU.

—Argentina— ONU me llamó, sabía lo que hice iba a traer consecuencias, pero me chupaba un huevo también.

Niños malos [#C.H 1] |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora