—Para forro, no soy muñeco de trapo—le hice saber molesto oponiendome a los tirones que me daba para que pueda seguirlo.
Antes de que pudiera protestar de nuevo, Inglaterra me había agarrado del brazo, me empujó contra una pared y me retuvo haciendo presión en mis hombros, haciendo que estos dolieran por la presión que hacía.
Si la Confederación Argentina me estuviera viendo sentiría vergüenza.
—No creo nada de lo que dijiste en la reunión— soltó, dejándome mudo, su mirada azulada tan intensa me analizaba, y yo estaba mudo, no sabía qué es lo que debía contestar, o si debería hacerlo, total no creía que fuese necesario, sumaba muy poco que Inglaterra no me crea.
—¿Y qué hago? ¿Te aplaudo?— pregunté a la defensiva, levantando mis antebrazos golpeando los suyos, liberándome de su agarre brusco.
—Sólo espero que esto no sea una estrategia por parte de tu novio, o por parte tuya— Inglaterra, arrogante, como también elegante se acomodó el saco que tenía puesto a pesar de que este estaba perfecto.
Fue mi momento de tomar el control, porque me consideraba una persona que le gustaba mandar, y es por eso que agarre la corbata de Inglaterra y tiré de la misma haciendo que su rostro quedé a centímetros del mío.
—Que sea la última vez que desconfias de mí— le hice saber— no tenés derecho a juzgarme, si querés no me creas, tampoco voy a estar rogando para que lo hagas, pero que no se te ocurra juzgarme por algo que pasó hace muchos años, no sé qué chota te molesta que yo admita que Nazi y yo teníamos algo, o que lo quería, pero sea lo que sea, déjalo ir, porque la forma en la que estás actuando...— me acerqué más a él, rozando mis labios con los suyos, haciendo que tragué en seco— no me es para nada atractiva, comportate mejor como el hombre educado y elegante que hacía hervir la sangre a Nazi cada vez que se me acercaba o cada vez que yo lo buscaba— lo solté de la corbata, y cuando vi que no se alejó se la acomodé— no sabes jugar a este juego papurri— le susurré sobre los labios, luego, de forma veloz y breve uni los míos con los de él en un corto pico, me separé de él y me fui caminando de lo más tranquilo al auto que seguía esperando para buscarme.
Inglaterra se confundía en algo, en pesar que yo no pensaba cómo político ¿qué es lo que ganaba yo con que Nazi sea liberado? por mi historial con el buscarían convencerme de que los apoye para tratar de destruirlo de nuevo, me meterían preso y podría arruinar una o más relaciones políticas y comerciales que tenía con los países, no me convenía en nada que Nazi sea liberado o ser su aliado, yo sabía que no lo iban a dejar salir, ni siquiera sabía por qué les daba información cuando él también sabía que nunca lo dejarían libre.
Sigo sin entenderte, rojito.
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.—Y la re concha de la vieja jubilada Tucumán— le dije de forma desesperante golpeándome la frente con la mano derecha, viendo como mi hijo se removía incómodo en la silla y miraba para todos lados.
—Che alto despacho te armaste acá viejo, mira qué lindo— Tucumán estiró la mano para tocar un adorno que Buenos Aires me dió, haciendo que de inmediato agarré un rollo de diario que siempre tenia y le pegue en la mano, haciendo que aleje la mano del adorno.
—Que ni se te ocurra tocar eso que Buenos Aires es capaz de revivir a la Confederación si dejo que te lo gaties.
—Fuaa, para un poco loco, yo sólo lo queria ve' un poco noma. Además esa vieja no se fumaba nada, manejaba una cara de orto impresionante.
Iba a contestarle cuando la puerta de mi despacho es abierto, dejando ver a Gran Bretaña, que venía entrando con aires de relajado hasta ver que no estaba sólo, sino que estaba acompañado con el más chico en tamaño de mis provincias, Tucumán, que literalmente parecía un chico de 5 años, pero que era un peligro suelto que siempre tenía que estar vigilando. Tucumán miró a Gran Bretaña, Gran Bretaña a Tucumán, al principio solo había silencio, parecía que hasta los pajaritos habían dejado de trinar siendo conscientes de la tensión que había en el aire.
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Niños malos [#C.H 1] |COMPLETA|
Fiksi UmumArgentina casi nunca tenía malas intenciones, casi siempre andaba caliente y todo el tiempo se hacía el paciente. Argentina sabía que nadie era un santo, que el mundo era un espanto y que todos eran malos. Sabía que los países deforman el mundo a su...