XXI

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—Las noticias de la muerte de Third Reich llegaron a Europa, su cuerpo ya está siendo transportado y los soldados están volviendo a Alemania, el grupo encargado de buscar a Alemania lo encontraron y ya está siendo atendido, los soldados argentinos en servicio en Europa también están volviendo al suelo argentino, el regimiento Nazi firmó su derrota y Alemania volvió al poder, los países empiezan a levantarse, con lentitud, pero lo hacen, Francia y Ucrania están siendo atendidos, los soldados británicos presentaron la derrota, Malvinas es desde hoy, parte de territorio argentino, felicidades por eso señor, ONU está informado de todo, quiere verlo— me informó de forma rápida mi secretaria, poniendo papeles delante mío, era el citatorio de la ONU pidiendo mi presencia.

—Gracias— mi secretaria se despidió de forma rápida y salió de mi despacho.

Pero dentro del mismo solo reinaron unos segundos de paz y silencioso, ya que el mismo fue corrompido cuando la puertas de mi despacho fueron abiertas con brusquedad, dejando ver a mis generales, quienes escoltaban a mis hijos, Malvinas y Soledad. Confederación Argentina estaba llena de sangre, manchaba su rostro y su ropa, dándole una apariencia temible, aún más por aquella sonrisa escalofriante que sus labios portaban, el federal estaba limpio, al igual que mi hermano, mi madre era la única que parecía haber estado en una carnicería o haber pasado por una guerra. Sabía que le encantaría estar al frente en las batallas por tierra.

Sonreí con algo de pereza, levantándome de mi escritorio mientras que mis generales se apartaban de las niñas yendo a sentarse en los sillones, volviendo a jugar el juego de cartas que dejaron pendiente. Mis niñas lloraban, demostrado do lo asustadas que estaban por lo que pasaba.

—Están en casa, están a salvo— les susurré con tranquilidad, agachándome para ponerme a su altura— ya están con papá.

Aunque no lo quisieran las abracé, y ellas, en su desamparo y al reconocerme como su padre, decidieron abrazarme, rompiendo en llanto aferrándose a mí.
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—¿Qué vas a hacer con el inglés?— pregunto el federal estirando las piernas poniéndolas sobre la mesa ratonera que tenía en una pequeña sala apartada de mi escritorio.

—Vos y Confederación lo van a acompañar a sus tierras, notifique que no los ataquen y ya saben que van, les recomiendo que si no quieren ser linchados lo empujen al inglés fuera y rajen nada más pise puerto— les informé de forma distraída viendo los papeles delante mío.

—Igual no pensaba quedarme a pasear por esas tierras, Europa me la chupa— aseguró Confederación haciendo para atrás su pelo, no en un gesto arrogante, solo era Confederación siendo Confederación, sin tacto en sus palabras y actuando de forma natural.

—¿Cuando salimos?— pregunto el federal con un gesto serio.

—En tres horas— los dos asintieron y siguieron pelotudeando entre ellos.

—¿Qué va a pasar con vos?— pregunto mi hermano, quién era el que se había quedado más callado.

—¿Qué cosa?— pregunté sin entender a lo que venía su pregunta.

—Hijo con todo el respeto del mundo— comenzó Confe— pero perdiste 109 hombres en Chile, tanto conquistando lo como sofocando los grupos de rebeldes que tratan de independizarse para ser Chile de nuevo, perdiste 367 hombres en Europa, además de 5 aviones y tres submarinos,  246 en Malvinas sin mencionar a los dos aviones que te hundieron. En toda guerra se pierde a pesar de haberla ganado, el pueblo no te va a perdonar eso— dijo con tono amargo y obvio— tus provincias menos, a pesar de que te apoyaron, pero tantos recursos gastados en solo dos chiquillas que claramente no querían estar con vos, me parece excesivo y a ellos también, a nosotros nos rajaron del poder por cosas mínimas, no te van a perdonar está mierda.

Niños malos [#C.H 1] |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora