—Hola— saludé algo incómodo tratando de poner fin al silencio que nos envolvía, a nosotros nunca nos pasó esto, era trámite de cierta manera.
—Hola— saludo de forma vaga, no la culpaba por ello.
—Bolivia— murmuré de forma nerviosa, ella siempre fue importante para mí, aunque no lo demuestre, pero ella sabía dónde se metía cuando me conoció, yo no quería una relación, yo solo quería diversión— me quiero disculpar, por como terminaron las cosas— estaba bastante incómodo y esperaba que ella pudiera verlo y diga algo, aunque sea que me diga que no me perdonaba y que me podía ir a la mierda, cualquier cosa— me quiero disculpar por cómo te traté, estoy muy jodido— sonreí— no te merecías eso, nada de lo que pasaste conmigo como pareja— murmuré, entonces Bolivia habló.
—Dijiste desde un principio que no querías nada serio, te presione para que salieramos juntos, a pesar de saber que no estabas listo para una relación, también tengo parte de la culpa. Está todo bien, Argentina, sin rencores.
Ella me extendió la mano, esperando que la tome y la estreche, como si fuéramos amigos, pero eso me parecía demasiado frío, nosotros no éramos fríos, éramos fuego juntos, éramos pasión, y no quería terminar nuestra historia con un simple apretón de manos, me parecía muy seco y helado.
Solté una risita, pensando en si debería aceptar ese apretón de manos, sabía bien lo que Bolivia sentía por mi, y yo no podía corresponderle con la misma intensidad, yo había dejado de sentir y me había vuelto tan frío que apenas podía sentir furia por más de 5 minutos. Ese apretón de manos significaba que todo había quedado en el olvido, pero yo no quería que todo quede en el olvido.—¿Te acordás lo que te decía siempre que estábamos juntos? ¿Lo qué todos decían cuando nos veían?— pregunté en lugar de aceptar esa mano, haciendo que Bolivia la retiré.
—Decían que éramos fuego— susurró, como si se estuviera embarcando en recuerdos de nosotros juntos.
—A veces el fuego se apaga, pero siempre quedan brasas ¿Te parece qué con un saludo de manos nos vamos a despedir?— pregunté con un deje de burla en mi palabras, sonriendo de costado, disfrutando de ver cómo dudaba, como su cuerpo temblaba ligeramente ante la incertidumbre, me gustaba causar ese efecto en ella, me gustaba causar efectos en los demás.
—No, no me parece.
Un metro de distancia nos separaba, ese metro fue roto cuando los dos nos acercamos al otro de forma precipitada, como dos animales salvajes que necesitaban del otro.
Bolivia salto a mis brazos y enrredo sus piernas a mi torso, pasando sus manos por detrás de mí cuello, yo la agarré de lo muslos para que no se cayera y luego la bese, con la misma ferocidad con la que nos encontrábamos, disfrutando de cada roce que nuestros labios daban, de las mordidas caliente que Bolivia daba, de sus manos inquietas que acariciaban mi nuca y pelo, consciente de que eso me encantaba.
Los segundos pasaban y aún notaba la pasión, aquella pasión que siempre nos había caracterizado, ese fuego nunca se apaga con facilidad, no en nosotros, pero si nos puede aburrir su calor.Habría seguido besando a Bolivia, todo el tiempo que pudiera, deseando guardar ese beso en lo más profundo de mi ser y mi memoria, quería dejar esos labios rojos, quería que todavía sienta ese beso en sus labios con el pasar del día, pero todo eso fue interrumpido cuando alguien se aclaró la garganta, asustando a Bolivia, quién me empujó y no tuve de otra que soltarla, para que finalmente podamos ver a Gran Bretaña, a tan solo unos pasos de nosotros, con la mirada seria hasta la mierda.
—Creo que te esperan Bolivia— susurró el inglés, en un tono bajo y amenazador que la hizo temblar, ella sólo asintió y se fue casi corriendo, y cuando desapareció de nuestra vista, volvió a hablar— pensé que no hablabas en serio— susurró mirándome ligeramente molesto, "ligeramente"— pero debí suponer que solo juegas con todos, hasta yo mismo permití que jugaras conmigo tomando ventaja por lo que siento, ya no más Argentina.
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Niños malos [#C.H 1] |COMPLETA|
Ficción GeneralArgentina casi nunca tenía malas intenciones, casi siempre andaba caliente y todo el tiempo se hacía el paciente. Argentina sabía que nadie era un santo, que el mundo era un espanto y que todos eran malos. Sabía que los países deforman el mundo a su...