Aquella noche fue terrible, me atrevería a decir que una de las peores que había tenido en toda la vida. Cada vez que lograba conciliar el sueño tenía pesadillas y me levantaba sobresaltada.
Mis temores nocturnos tenían un nombre y ese era Xander Lonstrank.
Gracias a mi tonta idea de escape había aprendido una valiosa lección que jamás olvidaría. Más allá de las tierras en las que era acogida y protegida, existían personas desagradables, inescrupulosas y crueles a las que era mejor evitar.
No tenía pensado volver a intentar escaparme del castillo, principalmente porque no deseaba experimentar una situación similar.
Aquella vez pudo haber terminado realmente mal...
Tras una tortuosa noche, la mañana llegó acompañada de los suaves y melodiosos cánticos de las aves. Después de haber estado dando vueltas en el lecho y de entender que no iba a poder dormir, me cubrí el cabello con el velo y me levanté con la intención de vagar silenciosamente por el castillo.
Avanzaba despacio y de puntillas para no despertar a nadie, sin embargo, dejé de caminar cuando pasé frente al despacho de Malek y me percaté de que debajo de su puerta se veía una tenue iluminación naranja.
Él debía estar allí, posiblemente revisando pergaminos o firmando tratados.
— Es un adicto al trabajo. — Murmuré mientras caminaba en dirección hacia allí.
Me acerqué a zancadas y una vez que me encontré a escasos centímetros de la puerta la empujé un poco, lo suficiente para poder asomar la cabeza.
— ¿Sigue molesto conmigo? — Pregunté con cautela.
Malek alzó la cabeza justo después de escuchar mi voz y entrecerró los ojos.
— ¿Sigue molesta por mi actuar? — Dijo con un tono de voz neutral y negué repetidas veces con la cabeza.
Lo estuché exhalar ruidosamente antes de que se levantara de su asiento y comenzara a caminar hacia donde me encontraba. Observándolo bien, parecía que Malek no había descansado en toda la noche.
— No. No me encuentro molesto con usted, Elizabeth. — Asentí levemente justo antes de que él abriera la puerta por completo para que pasara. — ¿No pudo descansar? — Negué mientras caminaba hacia los asientos que habían frente a su escritorio.
— No y por lo visto usted tampoco. — Malek sonrió ladeadamente, pero no hizo ningún comentario al respecto.
— Creí haberle dicho que no podía cubrirse el cabello. — Su mirada escudriñaba el velo que cubría mi pelirroja cabellera.
— Y yo creí haberle dicho que no me gustaba llamar la atención. — Murmuré por lo bajo, con la mirada fija en mis manos.
— Le dije que si no obedecía, haría una ley para que no pudiera ocultar su cabello. — Cuando alcé la mirada nuevamente hacia él, pude ver que sus comisuras estaban levemente elevadas.
— No puede hacer eso, si lo hace estaría siendo discriminatorio. — Su ceño se frunció bruscamente.
— ¿Discriminatorio? — Asentí. — ¿Qué quiere decir?
— La discriminación o el trato discriminatorio es cuando se es diferente con alguien por sus gustos o forma de ser. Puede ser por la raza, el género de la persona o sus creencias, entre muchas otras cosas. — Malek seguía con el ceño fruncido, pero comenzó a asentir como si estuviera entendiendo lo que le decía. — Usted no sabe si llevo el velo debido a mis creencias religiosas, por lo que podría estar siendo discriminatorio en estos momentos.
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Destino Medieval© EE #1
Fantasy💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Primer libro de la saga EE.• Ella nunca pensó que al entrar a la biblioteca comenzaría a vivir aquellas aventuras que durante años había leído. Él jamás c...