👑Capítulo X👑

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Habían transcurrido meses desde que hice acto de presencia en la Europa medieval y fui acogida por el rey de Britmongh. Antes, cuando Malek trataba de ganarse mi confianza, solía encontrármelo en todas partes, pero en esos momentos dar con él era prácticamente un milagro.

Las pocas ocasiones en las que lograba verlo eran cuando se encontraba lejos y ocupado, amenazando de muerte a algún miembro de la alta jerarquía de la época o encargándose de asuntos del reino. Cuando eso sucedía siempre estaba molesto y demasiado serio, por lo que prefería mantenerme distante para no hacerlo perder el tiempo con mis tonterías.

Allí no tenía mucho que hacer, por lo que la mayor parte del día me encontraba aburrida y caminando por el castillo sin rumbo alguno. Había leído todos y cada uno de los pergaminos que Malek tenía en su biblioteca e incluso llegué a dibujar en todos aquellos que se me habían autorizado y no contenían nada importante.

Mis niveles de aburrimiento eran tan altos que había llegado a sentarme afuera solo para arrancar el césped con mis manos y no dejaba de hacerlo hasta que los dedos me dolían.

— Por el amor de Dios...— Murmuré mientras me acostaba sobre el césped.

Para mi desgracia, Malek había tenido razón al decir que hombres de todas partes de Europa irían al castillo. En esos últimos días no habían dejado de entrar y salir personas extrañas con muchos obsequios, pero todos se marchaban de la misma forma, con las manos vacías y recibiendo gritos por parte del rey.

A la hora de la cena y como ya estaba acostumbrada a que sucediera, comencé a comer en completa soledad. En realidad no me encontraba sola porque ahí estaban las mujeres que siempre servían, pero no era lo mismo porque ellas no solían hablar, preferían asentir o negar con la cabeza para evitar ser castigadas.

Comer en silencio no era lo mismo.

Me había acostumbrado a los constantes intentos de conversación de Malek, que me preguntara por cosas de mi época y que me contara sobre la suya. Siempre comenzábamos así y terminábamos envueltos en una entretenida conversación que no terminaba ni siquiera cuando recogían los platos y se llevaban la comida sobrante. Sin embargo, en esos momentos era la única persona sentada en la mesa porque él prácticamente se había mudado a su despacho para poder resolver unas situaciones y darles prioridades a otras, por lo que no podía acompañarme ni aunque se lo rogara.

Malek no me lo había dicho, pero estaban sucediendo cosas y aunque desconocía el grado de gravedad de cada una de ellas, era evidente que lo tenían tenso y de muy mal humor.

Mientras me llevaba un pedazo de pollo a la boca y lo masticaba con lentitud, por el rabillo del ojo vi que las servidoras reverenciaban a alguien que se encontraba a mis espaldas. Al girarme para ver de quién se trataba, me encontré con aquellos ojos azules que no había visto desde hacía bastante tiempo.

¿Cómo se suponía que debía reaccionar?

Ambos teníamos una cierta confianza, pero él era un rey y como no habíamos intercambiado palabra alguna en varios días, lo primero que se me ocurrió fue levantarme de mi asiento y hacer una pequeña reverencia. Cuando volví a mi posición inicial pude ver su ceño profundamente fruncido, lo que me dio a entender que mi forma de actuar no había sido de su agrado.

¿Qué se supone que hiciera entonces?

Malek avanzó hacia la mesa en completo silencio, pero sin apartar su mirada de la mía. Creí que se dirigiría a su asiento y pediría que le sirvieran la comida, pero no fue así, arrastró la silla que se encontraba a mi lado y se sentó. Todos los allí presentes teníamos nuestra atención sobre el hombre que no se veía incómodo ante tanta atención, de hecho, ni siquiera parecía darse cuenta de lo extraño que nos resultaba verlo actuar así.

Destino Medieval© EE #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora