👑Capítulo XXI👑

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Arabella llevaba un par de días comportándose de manera agresiva con sus cuidadores. Estaba inquieta, de muy mal humor y no permitía que nadie se le acercara, lo que impedía que fuera cuidada y alimentada como era debido.

Darle alimentos se había convertido en una aventura a la que pocos deseaban enfrentarse porque quien se acercara más de lo que ella quería, podía terminar recibiendo una dolorosa patada de su parte.

Desde que me enteré de su estado había estado insistiéndole a Malek que me permitiera verla, algo que no sucedió hasta esa mañana, cuando accedió a mi petición a regañadientes. La única condición que puso fue que no me acercara a la yegua para evitar que pudiera lastimarme, sin embargo, yo no era la persona más obediente que existía, ni en su época ni en la mía.

Al principio me mantuve distante para poder evaluar la situación, pero cuando creí tener la solución entre mis manos y me acerqué a ella, escuché un grito que me erizó los vellos de la nuca.

— ¿Qué cree que hace? — Gritó un enfurecido Malek que se acercaba a grandes zancadas. — Aléjese de ella.

— Sh... Baje un poco la voz o la asustará. — Le dije entre susurros mientras acariciaba suavemente el hocico de Arabella.

— Elizabeth, aléjese de Arabella antes de que la hiera. — Lo observé rápidamente por el rabillo del ojo antes de negar con la cabeza.

Malek estaba completamente serio y su rostro carecía de color. No tenía que mirarlo dos veces para saber que estaba realmente molesto.

— No lo hará, solo está asustada. — Lo escuché inhalar y exhalar.

— Le he dicho que se aleje del corcel. — Escupió con brusquedad. — ¡Es una orden! — Bramó, causando mi sobresalto.

Acaricié a Arabella una última vez antes de girarme hacia él y alzar la barbilla. Caminé lentamente hacia Malek y cuando me encontré a su lado, dejé de avanzar.

— No soy uno de sus sirvientes, Malek. No me dé órdenes y tampoco vuelva a hablarme de esa forma. — Murmuré por lo bajo para que solo él pudiera escucharme y no desacreditarlo frente a sus hombres.

Lo observé fijamente durante unos segundos más antes de continuar mi camino hacia el castillo.

— Elizabeth...— Escuché su voz a la distancia, pero no me detuve. — ¡Elizabeth!

Aceleré mis pasos mientras escuchaba los reclamos y amenazas que les daba a sus servidores. Me vi tentada a girarme para ver lo que sucedía cuando dejé de escuchar sus gritos, pero no lo hice.

Contuve la respiración cuando escuché que alguien avanzaba hacia mí a pasos rápidos y bruscos y los vellos de mi nuca se erizaron al sentir que una mano sujetaba firmemente mi antebrazo.

Sabía que era él y que estaba molesto, pero también era consciente de que aquella mano no iba a ejercer ningún tipo de fuerza sobre mi piel. De hecho, todo su malestar estaba acumulado en su mandíbula, esa que parecía a punto de estallar por la fuerza que Malek estaba ejerciendo en ella.

De su boca no salió ni una sola palabra, era como si estuviera esperando a que su malestar y el mío disminuyeran.

Entendía que estuviera rabioso por mi imprudente decisión, pero no podía permitir que Arabella continuara sufriendo. Aquella yegua lo único que necesitaba era que se acercaran a ella con suavidad, solo eso...

Ambos nos adentramos al castillo en completo silencio y recorrimos los pasillos de la misma forma. Cuando llegamos a su oficina e ingresamos, cada cuando se sentó en su respectivo asiento.

Destino Medieval© EE #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora