Tenía demasiado frío y no me sentía bien. Me dolía el cuerpo como si hubiera estado caminando durante largas y tortuosas horas y mis ojos no querían abrirse a pesar de que deseaba ver en dónde me encontraba.
Me encontraba tan mal que deseaba llorar, pero no era capaz de hacerlo, de hecho, lo único que hacía era quejarme y lo sabía porque me escuchaba. Mi audición estaba algo extraña, como si estuviera bajo el agua, pero eso no me impedía saber que aquellos quejidos salían de mí.
Quería a mi mamá, la necesitaba. Deseaba tenerla a mi lado y que cuidara de mí como siempre hacía cada vez que uno de nosotros se sentía mal. Me habría encantado tener una de las sopas que hacía, de esas que lograban que el cuerpo y el alma se sintieran bien.
Necesitaba volver a casa, necesitaba...
Cuando por fin pude abrir los parpados me pesaban demasiado y mi cuerpo seguía sintiéndose débil y adolorido, pero al menos podía moverme.
— ¿Se encuentra bien? — Preguntó un hombre.
Lentamente giré la cabeza hacia donde creí haber escuchado la voz y al hacerlo me encontré con Arthur, quien se encontraba sentado a unos pocos pasos de la cama.
Asentí en respuesta y él me mostró una sonrisa de boca cerrada.
— Es bueno saber que está bien. — Dio un corto asentimiento. — Nos preocupó, no sabíamos lo que tenía o cómo debíamos cuidar de usted.
— Lo lamento. — Susurré, girando la cabeza y fijando la mirada en mis manos.
— Oh, no. — Negó con la cabeza. — No tiene por qué disculparse, pero... ¿Podría decirme qué hacía afuera? El soldado que la encontró me ha dicho lo sucedido, pero si usted pudiera decirme lo que buscaba o esperaba, tal vez podría ayudarla. — Me quedé en silencio durante algunos segundos.
Arthur era la mano derecha de ese hombre, el sujeto más fiel que tenía a su lado y si hablaba con él podía resultarme contraproducente, pero si hablaba tampoco era como si perdiera algo. Si lo analizaba bien, de todas formas perdía porque me encontraba en un lugar completamente desconocido para mí, rodeada de personas que me querían muerta y sin nada con lo que poder defenderme.
De nada iba a servir que le mintiera o le ocultara lo sucedido.
— Intentaba volver a casa. — Apreté los labios para tratar de contener mis emociones.
— ¿Qué se lo impide? — Entrecerré los ojos antes de volver a mirarlo.
— ¿Dónde está el libro? — Él sonrió al darse cuenta de que no le daría más respuestas.
— El objeto se encuentra en la mesa frente al gran salón. — Asentí rápidamente y me deshice de las mantas que me cubrían.
Salí de la cama con el único objetivo de llegar al lugar indicado y recuperar lo que en esos momentos me pertenecía. Cuando regresara a mis tiempos lo dejaría en su sitio, pero durante ese tiempo era mi responsabilidad.
— Señorita, vuelva al aposento. — Escuché que hablaba mientras caminaba a unos pasos de distancia de mí, pero no me detuve.
Cuando llegué al lugar indicado lo visualicé y me acerqué lo más rápido posible para tomarlo y guardarlo en un lugar en donde no se fuera a perder. Aquel libro se había convertido en mi única esperanza y no iba a permitir que desapareciera.
No estaba dispuesta a quedarme atrapada en la Europa medieval.
— Señorita aún no se encuentra bien, debería descansar. — Lo ignoré por completo y abrí el libro.
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Destino Medieval© EE #1
Fantasía💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Primer libro de la saga EE.• Ella nunca pensó que al entrar a la biblioteca comenzaría a vivir aquellas aventuras que durante años había leído. Él jamás c...