👑Capítulo XXIII👑

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Era una noche muy bonita, las estrellas brillaban con luz propia y la suave brisa nocturna acariciaba mi piel mientras caminaba sonriente hacia una de las torres principales. Aunque era realmente tarde y no llevaba antorcha, la noche parecía iluminar mi camino.

— Majestad. — Saludé al hombre que se encontraba observando el cielo a través del vano de la torre. — Es una noche hermosa, ¿no lo cree?

— Lo es, pero ansío ver el alba. — Murmuró.

— ¿Por qué? ¿No le parece una noche digna para ser admirada por usted? — Caminé hacia él y rodeé sus costados con mis brazos.

— No puedo apreciarla como debería porque ansío tenerla a usted a mi lado, aceptando ser mi reina. — Malek besó mi frente repetidas veces.

— Se supone que no nos veamos antes de nuestra unión. — Sus manos sujetaron mi rostro firmemente. — Es una tradición en mi época.

— Lamento no poder cumplir con ello. — Murmuró sobre mis labios antes de besarme. — Deberá arrancarme los ojos para evitar que la observe porque me niego a dejar de admirarla.

— Jamás dañaría esos preciosos ojos que tiene. — Murmuré para mí misma, aunque era obvio que él iba a ser capaz de escuchar mis palabras porque estábamos frente al otro. — Debería descansar.

— Usted es quien debería descansar. — Dijo con cierta diversión.

— ¿Por qué? — Pregunté mientras fruncía el ceño. — ¿Qué quiere decir con eso?

— Nada. — Volvió a besarme para ocultar la sonrisa que tenía en los labios. — Descanse.

— Malek... — Entrecerré los ojos con desconfianza. — Hasta mañana. — Besé sus labios una última vez antes de liberar su cuerpo y salir de la torre.

Me desperté debido a las órdenes que se escuchaban al otro lado de mi puerta y tan pronto salí del aposento me vi envuelta en el estrés de los preparativos.

Desde mi llegada a Britmongh, aquella fue la primera vez que apenas y probé bocado debido a los nervios que sentía y para terminar de empeorar mi situación, esa mañana no había visto a Malek. A pesar de que él dijo que debía arrancarle los ojos porque no iba a dejar de verme, la realidad era que se había encargado de que no nos encontráramos para respetar la tradición de mi época.

Me encantaba que diera su brazo a torcer con ese tipo de cosas, pero no era el momento indicado.

Mis nervios solo se iban a calmar cuando lo viera y eso no sucedería hasta la tarde, cuando fuera el momento de la ceremonia. Iba a estar todo el día con el corazón acelerado, sintiendo nauseas, soportando el temblor de mis piernas y secándome constantemente el sudor de las manos.

Los escritos que nos enviábamos por medio de los sirvientes ayudaban, pero no era suficiente, necesitaba verlo a los ojos y abrazarlo.

Estuve bastante tiempo sumergida en el agua con pétalo que había en la bañera y cuando vi que mis dedos ya no podían arrugarse más, salí para prepararme. El vestido estaba sobre el lecho, siendo custodiado por dos mujeres que me ayudarían a vestirme, peinarme y maquillarme para la ocasión.

— Señorita...— Susurré una de ellas, quien tenía el cabello rubio. — Será la reina más hermosa de toda Europa. — Se llevó las manos al pecho e hizo una corta reverencia. — Será un honor servirle.

— Ya que será la reina, le entregamos nuestras vidas como muestra de respeto y lealtad. — Dijo la mujer de tez trigueña y cabello rizado, antes de arrodillarse.

— No es necesario. — Traté de que ambas volvieran a erguirse, pero no fue posible. — Agradezco sus palabras y la lealtad que me muestran, pero no es necesario que me reverencien o se arrodillen.

Destino Medieval© EE #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora