Capítulo 21: Despedida✔️

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Sus manos se apretaron en puños y un pitido ensordecedor inundó sus oídos. La fuerza de aquello lo hizo soltar el agarre en el cuerpo de la castaña.

Muerta.

Sin respirar.

—No la quiero—rys se quebró—. No quiero una vida sin ella.

Bakugo lo entendió y asintió con la desesperación desgarrando su garganta, perforando las paredes de su calma, su control. Tal cosa inexistente ahora que ya no la tiene.

Una parte de su alma o quizá de si mismo se siente vacía, un vacío sin fondo como si arrancase algo de él.

—Vaya, ¿que tenemos aquí?—La burla en la voz de Stain lo hace ver rojo.

—Nunca debiste provocarme, desgraciado—Y entonces arremete, a una velocidad increíble se mueve como borrones donde levanta polvo y viento a su paso.

La bestia.

En menos de un segundo tiene a su enemigo contra la pared, sus garras en la garganta de este, presiona su tráquea con violencia, sin medir las consecuencias de sus actos.

—Tú la mataste—rugió. Sus ojos rubís como dos pozos sin fondo—. ¡Tú jodidamente la mataste! ¡La quiero de vuelta, dámela!—Ejerció más presión y Stain rasguñó su antebrazo, frenético por la falta de aire. Bakugo no se inmutó y finalmente su voz se rompió—. Devuélvela, la amo.

—No la mató él.

La voz de Tomura se desplazó desde atrás y el cenizo cortó su agarre en el pelinegro.

—¿Que?—Observó a Tomura, Dabi y Camie junto a él. Los ojos de su otro enemigo parecen desolados y enrojecidos—. ¿Tú la mataste?

—Fue un error—gruñó—. ¡Ella peleó conmigo y se lastimó sin querer! Stain aprovechó eso para atraerte.

Bakugo asintió, una calma letal lo embargó y cerró los ojos contando hasta cinco. Recordó la voz de su cara de ángel y apretó la mandíbula para aplacarse a sí mismo.

Luego sus ojos chocaron con los de su supuesto aliado. El que Ochaco tantas veces ayudó e insistió por brindarle amistad.

Dabi Todoroki.

—La traicionaste—Su voz fue un murmullo grotesco.

—No tuve opción—respondió pareciendo culpable, miró el cuerpo de la morena con expresión dolorida—. No me dejaron opción.

El rubio explosivo se limita a observarlo imperturbable, sus aceradas facciones parecen inestables, como una cáscara que explotará en cualquier momento.
Por unos largos segundos sólo se escucha el sonido de Stain tosiendo para recuperar el aliento, quizá bakugo tendrá la desventaja siendo tres contra uno.

Pero no saben con quien se enfrentan.

Una bestia dolida por la pérdida de su mitad, de su mate.

El dolor puede convertirse en una arma mortal.

Camina como si nada y recoge a su amada sin vida en sus brazos, los demás solo captan el destello de garras y dientes afilados antes que el infierno se desate.

En la aldea Wolfstrom todos quedan en un silencio sepulcral cuando ven al alfa de la manada cubierto de sangre y heridas superficiales, cargando una azabache en sus brazos su expresión es tétrica, digna de un guerrero y de una bestia

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En la aldea Wolfstrom todos quedan en un silencio sepulcral cuando ven al alfa de la manada cubierto de sangre y heridas superficiales, cargando una azabache en sus brazos su expresión es tétrica, digna de un guerrero y de una bestia.
Y detrás de ellos arrastra dos cuerpos moribundos lleno de heridas. Una rubia y un pelinegro.

Cada persona se aparta a su paso con miedo a enfurecerlo más. De por si Katsuki Bakugo es temperamental pero lo de ahora no es ni de cerca a la furia abrasadora que parece consumirlo.

—Por Dios, Katsuki, ¿que mierda sucedió?—Mitzuki se acerca a su hijo completamente alarmada al verlo llegar. Todos los de la mansión salen en ayuda.
Kirishima, Shoto, Midoriya se acercan cautelosos percibiendo un malestar en su amigo.

—Encierren a los traidores—Ordena, con voz ronca e impaciente. Hace un gesto con la barbilla hacia Camie y Dabi—. Necesito encargarme de mi cara de ángel.

—¿Está herida?—La rubia intenta observarla pero su terco hijo da un paso hacia atrás—. ¡Necesita sanadores! ¡Tráiganlos de inmediato!

Ante la orden de su madre Bakugo hace una mueca y arrulla a la morena en sus brazos, meciéndola y acunándola como si ella fuera a romperse. Su expresión vacía alerta a todos los presentes.

—Kacchan, ella podría morir así, es humana, es mejor que un sanador revise sus heridas—Argumenta el de hebras verdes preocupado.

Con la palabra "morir" el blondo se estremece y niega con la cabeza frenéticamente.

—¿Morir?—La pregunta está cargada de dolor y el único que nota lo que está pasando es kirishima, quién da un paso hacia adelante con cautela—. ¡Ella ya murió! ¡Murió en mis jodidos brazos!

—¿De que estás hablando, Katsuki?—Mitzuki siente que algo va mal, utilizando sus sentidos agudos busca los latidos de su pequeña. Al no notar sus latidos suelta un sollozo—. N-No respira.

—No—Bakugo aprieta los dientes con fuerza y luego entierra su rostro en el cabello de su hembra. Aspirando su esencia por última vez—. Me dejaste.

Los presentes son testigos de cuando pierde la cabeza. Repitiendo una y otra vez la misma frase, sus palabras se convierten en gruñidos desiguales hasta que el llanto finalmente llega y suplica que se la devuelvan. Que abra los ojos, que la ama.

Sin embargo Ochaco Uraraka no lo hace y su muerte se lleva consigo un trozo de su alma.




—Vamos, hombre, tienes que ir a la despedida—Un pelirrojo golpea la puerta de su alfa, de su mejor amigo.
Van a enterrar a la morena pero Bakugo no parece querer despedirse o siquiera recuperarse de su partida—. Ella no querría que estuvieras así.

—Vete.

—Bakugo.

—¡Vete de una puta vez!

—Está bien pero Ochaco estaría decepcionada de tu comportamiento.

Y el rubio cenizo escucha sus pasos alejarse pero él no se mueve. Solo se recuesta en la cama que ambos compartieron, aspirando su aroma a un impregnado en las sábanas y almohada.
Desde que rys se enteró de la muerte de su mate se ha encerrado en una esquina de si mismo, como si el dolor de su perdida lo ocultara o desapareciera, sumergiéndolo en un mar de dolor y recuerdos de la fémina.

—Te extraño, cara de ángel—Su tono es ronco y melancólico—. Dime, ¿como mierda viviré sin ti? Me desgarra el puto corazón pensarlo. Me dejaste cuando jodidamente prometiste darme la eternidad junto a ti, tendríamos muchos cachorros y te compraría dulces todos los días. Te vería sonreír por toda la mansión con nuestros hijos corriendo por los pasillos, t-te vería...para siempre—Su voz se desvanece y para su propia sorpresa las lágrimas caen de sus ojos sin control, entierra su rostro en la almohada dejándose ir—. ¡Dijiste que no me dejarías!

El dolor del cenizo nunca cesaría incluso si pasaran miles de años. Así que ese día Katsuki Bakugo lloró como un bebé en la cama de ambos hasta quedarse dormido.

La mate del alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora