Enigma los Van Vladoisqui

Capítulo 1: Apertura

Argumento

Caroline camina por el borde del suicidio, aguarda temerosa a que el miedo le dé la razón. No tiene a nadie que atraviese las paredes de silencio en las que se encuentra, porque teme compartir con persona alguna lo que ve. Las apariciones se hacen más frecuentes y brutales, pero entonces conoce a Tom quien no dejará que se pierda. Un trato los obligará a estar juntos.

El enigma comienza desde una familia de alto prestigio que fue asesinada hace más de un siglo, las pruebas no lograron revelar al asesino, sin embargo, Caroline lo intentará; ha prometido encontrar el nombre de asesino de Tom y su familia.

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Trato

 Usted es muy amable, pero es una labor del todo difícil y no se asemeja en lo más mínimo con lo que hice por usted. Estaríamos disparejos, sin mencionar que requeriría de mi ayuda y presencia en ello también  se opuso.

 A mí no me molestas... eres... bueno. Si me dejaras ayudarte no me rendiría hasta saberlo. Por favor. Quiero hacerlo  insistí.

Se tomó varios segundos para considerarlo.

 Está bien. Siempre y cuando me permita serle de más ayuda con lo que usted necesita saber  concordó.

 ¿Sería como un trato?  Inquirí.

 Sí, es un trato  susurró.

Prefacio

Vi por primera vez a aquel al que llaman la Muerte, vi por primera vez al protagonista de mis pesadillas, quién da óbito cuando tiene sed. Es irreversiblemente irrecuperable cuando escribe el nombre en su lista.

La niebla lo visualizaba como una mancha negra y opaca a lo lejano; por un momento dudé de acercarme, su asqueroso aroma dominaba en el soplo del aire, y una corriente maligna y nefasta en todos sus ángulos con la que no me había topado antes en otra presencia se ponía en forma de guardia para impedirme el paso. Sentí su sed de alma, de miedo, todo en él indicaba peligro, la peor de la circunstancias. Perverso, ruin y vil era su aura que lo acoplaba. En ese momento no estaba pensando en el peligro.

Apertura

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Sucumbiría en fuego, probaría lo suficiente la avidez como para que el gozo se diera vuelta de página, del otro lado de lo sublime yace lo despreciable, detrás de cada cosa, lo adverso. En mi pecho latiría el vacío, de mis ojos derramaría la perdida, en mis manos sostendría el suicidio.

Debería regresar al pasado, más servilmente al momento de la apertura, cuando tenía solamente cinco años de edad, ¿por qué aquella vez? Es algo a lo que no le he podido dar un significado, como si hasta el momento... no hubiese dictámenes. En tal caso, el comienzo se asocia con un término, una palabra que estremece cada célula de mi cuerpo y estruja mis huesos. "Miedo", tan común, tan pasajero, sí; solo que en mi vida se desata con un poder descomunal, aliado a mí, como un aura oscura encima de mí que me persigue a donde quiera que vaya; y fenece mi vida.

Recuerdo una noche taciturna, dormía profundamente en mi habitación, por aquellos días conciliaba muy bien el sueño. Cuando un estruendo llamó mi interés; me imaginé al gato, buscando entre las ollas en la cocina, esa fue la sensación que me provocó, el primer pensamiento que atravesó mi cabeza. Con ello en mente el miedo no podía perpetrar, así que me levanté de mi cama para echar un vistazo y traerlo conmigo. Había un pasaje en esta habitación, con unas escaleras que descendían estrechamente hasta el primer nivel; nunca antes me habían parecido de aspecto sombrío, aunque elocuentemente se mostraba de ese modo, un espacio al que ninguna luz alcanzaba, y la humedad se había impregnado a las paredes. De cualquier modo, bajé todos los escalones, hasta un pasillo que conducía linealmente hasta la cocina.