Cariñitos al perro - IV

162 19 3
                                    

Cioccolata continuó siguiéndole el paso a Secco según exploraban la plenitud de tiendas de Nápoles, aprovechando así la mañana, sin llegar a hacer muchos avances en su tan importante misión de conquistar a su perro.

Y es que, por bien que lo hubiese planeado, no tenía ni puta idea de cómo y cuándo lanzarse. No sabía qué temas de conversación sacar ni en qué momentos, y lo estaba pasando fatal pensando en cómo hacer saber a Secco que sus intenciones iban más allá de sacarle a ver tiendas.

En momentos como aquel, en los que se veía obligado a ser más humano y menos científico loco, Cioccolata se daba cuenta de en qué clase de burbuja vivía.

Ver a Secco haciendo sus compras y actuando de forma tan normal, sin correa puesta ni cámara en mano, sin su característico Stand cubriendo su cuerpo, no hacía más que empeorarlo todo.

Parecía tan humano, tan desconectado de su burbuja y del mundillo al cual Cioccolata lo había introducido, que casi parecía otra persona.

Y esa idea de que Secco fuese humano, de que no estuviese metido dentro de su burbuja todo el día, de que no estuviera haciendo de perrito faldero o cámara silencioso, de que no tuviera que seguir órdenes imperativas a todo momento, de que pudiera existir sin estar ligado a Cioccolata, era un arma peligrosa que casi hacía temblar al doctor.

A Cioccolata le estaba dando una crisis.

cuando zarpa el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora