Tirando la basura - IV

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Tras un par de días sin dirigirse la palabra, Cioccolata, quien había estado meditando sobre su situación y su relación con Secco, decidió que iba siendo hora de sincerarse con él. No podía seguir dejándose llevar por aquella debilidad suya. Se supone que era el más fuerte que había.

Llamó a una enfermera para que le sacase afuera, donde había quedado a solas con Secco para hablar. La enfermera, según le llevaba en silla de ruedas, le fue preguntando lo de siempre. Que si se sentía bien, que si había dormido bien, que si necesitaba ayuda con algo, etcétera.

Cioccolata no dijo nada durante el trayecto. Se mantuvo en completo silencio, sólo queriendo reunirse con Secco para darle todas las respuestas que necesitaba.

Al llegar a su destino, la enfermera le dejó a solas, donde aprovechó para meditar unos minutos antes de la llegada de Secco, el cual seguía yendo a muletas, pero fardaba de encontrarse mejor.

"Secco, quiero ir al grano. Quiero que me preguntes lo que quieres saber. Creo tener todas las respuestas que necesitas."

Cioccolata se mostró serio y férreo, dispuesto a responder cualquier duda que Secco tuviese, pero también dispuesto a darle su tiempo para que compaginase con cualquier respuesta que recibiese. Muchas de las cosas que había descubierto sobre él mismo le habían sorprendido con creces, y estaba seguro de que tendrían el mismo impacto en su asistente.

Secco parecía tomarse su tiempo para formular una pregunta. Cioccolata inmediatamente supuso que Secco también habría estado meditando por su cuenta.

"Primero de todo... Cuando n-nos conocimos, te conté que vivía en un piso de poca monta, y que a duras penas pagaba el alquiler... Recuerdo que me ofreciste mudarme contigo, a donde vivimos ahora... ¿Eso por qué fue? ¿Acaso sentiste pena por mí?"

"No fue pena. Más bien, me intrigó saber que vivías así. Fuiste la primera persona que conocí que vivía en tal situación. Además, en aquel entonces me hacías mucha compañía, y aquello me gustaba. He tenido bastantes parejas a lo largo de mi vida, pero ninguna jamás me hizo sentir como lo hiciste tú. Y eso que tú simplemente me ayudabas a grabar vídeos."

"B-bueno, sí, te grababa vídeos... Pero también hablábamos mucho. Tenías muchas cosas que decir en plan, cosas de filosofía, rollos de psicología, todo eso. Y la verdad es que me gustaban esos rollos, aunque me costase entenderlos. Aunque..."

"¿Aunque qué?"

"Aunque... Yo no solía hablar mucho, y si hablaba era s-sobre mi vida... Te hablé mucho sobre mi vida. Creo que dije demasiado."

Cioccolata se mantuvo silencioso, para luego sonreír. No le sorprendían esas palabras por parte de Secco. Sabía bien que su asistente podía ser introvertido a momentos, rozando la timidez.

"Sinceramente, Secco, creo que te vino hasta bien. Siento que necesitabas a alguien con quien hablar de aquellos temas, aunque ese alguien fuese yo. Y, de verdad, me gustaba escucharte hablar."

"¿De verdad?"

"¡Claro que sí! Se me hacía muy interesante el escuchar a alguien con una perspectiva acerca de la vida totalmente diferente a la mía. Hasta diría que me abrió los ojos, pero creo que eso sería decir mucho. Dejémoslo en que me fascinó."

Secco no pudo evitar sonreír al escuchar sus palabras. Sentía que Cioccolata era la única persona del mundo que podía entenderle de esa manera. Había acertado de pleno en que necesitaba a alguien con quien poder hablar e incluso desahogarse, habiendo pasado gran parte de su vida en la soledad.

Secco sentía que hasta podía compartir sus secretos más profundos y desgarradores con él, logrando abrirse al completo con alguien que muy probablemente no mostraría empatía con su yo del pasado. Aunque, antes de poder abrirse mentalmente, debía resolver un par de dudas que yacían en su cabeza.

cuando zarpa el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora