Cintas de vídeo - II

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Cioccolata recordaba con especial cariño los comienzos de su relación con Secco, cuando andaba cuidando de él en el hospital.

En aquel entonces, Secco se mostraba más indiferente frente a él, aún prestando atención a sus lecciones de psicología y sus balbuceos sobre la curiosidad humana, los cuales se mantendrían sólidos y apenas cambiarían con el paso de los años.

Secco era más indiferente, más frío y callado, menos dispuesto a seguirle en silencio y grabar cintas; no confiaba tanto en el doctor como lo hacía ahora, y si le seguía el rollo era porque no tenía muchas cosas que hacer con su vida, y porque el doctor era su única compañía en aquel entonces.

Cioccolata recordó lo poco que Secco hablaba sobre sí mismo. Si lo hacía, apenas mencionaría fragmentos de su vida, a los cuales el doctor pagaba especial atención, en un intento de descubrir exactamente cómo se había desarrollado su vida.

En aquel ámbito, Cioccolata le tenía un poquitín de envidia a Secco. Su vida no había sido tan intensa, salvo por esos dos años que estuvo torturando ancianos, y se imaginaba la vida de Secco como algo más frenético, llena de coincidencias y eventos estimulantes que le transformaron en la persona que era en aquel momento.

Eso sí, si Secco no quería hablar de su vida, por el motivo que fuese, Cioccolata no iba a obligarle. No era esa clase de persona. Para él, era mejor esperar hasta que Secco se sintiese listo para abrirse más al mundo.

Aunque un empujoncito de nada podría suponer una ayuda.

cuando zarpa el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora