Cariñitos al perro - VI

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Después de haberse atiborrado a pizza y carne en una trattoria, Cioccolata y Secco regresaron a casa. Secco se echó una siesta histórica, de esas que no le despertaría ni una bomba nuclear, mientras que Cioccolata pasó la tarde ordenando sus múltiples cintas de vídeo y limpiando el sótano en el que estaban puestas.

Cioccolata aprovechó que Secco estaba sumido en un profundo sueño y se echó a ver una cinta muy especial para él.

Era la cinta que grabó el día que Secco pasó bajo el quirófano.

Cioccolata la recordaba con mucho cariño. Recordaba cómo Secco le contó, de forma algo torpe, los problemas de salud que le rodeaban, y cómo el doctor aprovechó para distorsionar sus palabras y diagnosticarle con cincuenta cosas que no tenía, todo para luego ponerle bajo anestesia y abrirle en canal.

Recordó la reacción de Secco cuando despertó y vio al doctor toquetearle el hígado. Fue una expresión repugnante, casi vomitiva, de plena confusión y desorientación, que mantuvo durante un buen par de segundos. Recordó la ansiedad en su mirada y los nervios en su cuerpo según el doctor fardaba de psicología y de su teoría de la felicidad.

Recordó también, con afecto, cómo la expresión asqueada de Secco se tornó más relajada, y cómo Secco le mencionó que peores cosas le habían pasado, para sorpresa del cirujano. Recordó su sorpresa al presenciar aquello, y cómo su curiosidad quedó sin saciar.

Y cómo no, recordó su decisión de dejar a Secco vivir, siendo incapaz de tomar su vida.

Era una cinta corta, pero importantísima para Cioccolata, pues le recordaba el por qué quería a Secco.

cuando zarpa el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora