Cariñitos al perro - VII

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El plan de Cioccolata de camelarse a Secco mediante los bienes monetarios y la submisión acabó por resultar, pues Secco prefirió pasar la tarde en casa, nadando en la piscina que tenían en el patio hasta bien entradas las 9 de la tarde, sin ganas alguna de salir y ver más mundo.

Nada, que no funcionó. Cioccolata despegó de nuevo.

Al caer bien la noche se metió en su habitación y se preparó para dormir, dispuesto a olvidar la tremenda vergüenza de día que había pasado., cuando recibió una visitilla inesperada.

"¿Puedo pasar?"

Cioccolata sonrió, sentado al borde de la cama, con el pijama aún sin poner. "Claro Secco, vente un poco."

Secco entró y nada más ver la cama se echó sobre ella sin ninguna preocupación ni nada parecido. Pobre de él si supiera cómo se encontraba su amo en aquel momento.

"Hoy has estado muy en plan muy cursi. ¿Qué pasa con eso?"

Las palabras de Secco pillaron a Cioccolata sin defensa alguna. El sacarse alguna excusa barata del tanga no iba a funcionar, pues Secco podía ser muy astuto cuando quería.

"¿Es que no puedo tratar a mi perrete con cariño?"

"A ver, no digo eso. Sólo digo que estabas, no sé, muy ñoño, como si tú fueses el perro y yo el dueño... Supongo."

Cioccolata se tumbó a su lado, echándose la manta por encima y encendiendo la lamparita a su lado.

"Bueno, vale, a lo mejor me he pasado. Pero mis intenciones eran nobles."

"Sí, sí, te han vuelto a pagar la hostia por operar a alguien y querías restregarme tus billetes por la cara."

Cioccolata se mostró dudoso, teniendo que mentirle por su propio bien.

"¡Sí, sí, eso mismo! Me habían pagado muy bien, así que se me ocurrió llevarte de compras un poco para gastar y así hacer algo con el dinero."

"Y luego... Luego querías llevarme a un sitio de esos que te cobran mucho por una ración de mierda. De esos a los que va la gente importante."

"Me dispuse, pero creo que te gustó más lo de ir a la trattoria, ¿no es así?"

"Es que me apetecía mucho una margarita..."

Sonriendo, Cioccolata le acarició el pelo a su mascota. "Me alegra que te haya gustado entonces. ¿Mañana querrías hacer algo?"

"Mañana es domingo... No sé, creo que sería mejor descansar, digo yo."

"Lo decía por si querías salir a algún sitio. Sabes que estoy dispuesto a llevarte a donde sea."

"Pues no cuentes conmigo porque... Porque los domingos me da pereza salir y eso. Mejor nos quedamos y, y pedimos algo afuera."

La sonrisa de Cioccolata se desvaneció tan pronto como llegó a él. Estaba empezando a impacientarse. No sabía si Secco era muy vago, muy impredecible, o si él mismo no le estaba poniendo ganas.

"De acuerdo... Pediré lo que quieras, y pasaremos el resto del día juntos. ¿Eso te parece bien?"

"Sí hombre, sí me parece bien... Buenas noches."

Definitivamente, Cioccolata no le estaba poniendo ganas al asunto.

Eso debía resolverlo urgentemente.

cuando zarpa el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora