Cap. 15

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—¿Cómo funcionan los drones?

—Con el visualizador—, tocó el aparato que tenía sobre su oreja, y al instante se encendió una pequeña pantalla holográfica frente a uno de sus ojos.

Imitó la acción de su amigo.

Uriah hizo un circulo en el aire con una de sus manos, y de su espalda se desplegaron cuatro drones. Ella lo imitó.

—Ahora, fíjate.

Con un dedo en alto señaló hacia el pasillo frente a ellos, dos drones salieron casi disparados hacia el lugar indicado.

Un guardia fue alzado en el aire por una cápsula -las mismas cápsulas que los habían envuelto al llegar al Departamento.

Siguieron avanzando por los pasillos, manejando los drones ahora con total naturalidad. Habían noqueado a un par de guardias ya.

—¿Sirven de escudo?—, no pudo ocultar la impresión en su voz cuando vio que un guardia le había disparado por la espalda y el dron había evitado que saliera herida. El moreno asintió.

—Atenta, pecas—, hizo un gesto al girar en un pasillo. La sonrisa en el rostro de Uriah, simplemente era contagiosa.

Dos drones giraron por el pasillo. Ellos dos siguiendo a los aparatos de cerca, con las armas en alto y disparando a la docena de guardias que los esperaba.

Envió un par de drones por otro pasillo, sin embargo lo usaría como distracción. Pues, tanto el pasillo por el que ellos irían, como el pasillo por el que había enviado a los drones: ambos llevaban a las celdas.

Las celdas donde Cuatro estaba.

Un par de disparos, luego dos guardias en el suelo. Y ahí, giraron por una esquina, con dos drones cuidándolos, dispararon hacia los guardias. Dispararon hasta que tuvieron que recargar, ocultándose detrás de los muros.

Miró a Uriah que no podía ocultar su sonrisa triunfal -incluso mucho antes de poder declarar aquello como una victoria. Y sabía que ella estaba igual.

Y sabía, en el fondo, que no debería estar sonriendo, no cuando estaban asesinando a personas.

Alzó su arma, y le dedicó un asentimiento a Uriah. Ahora ambos listos para acabar con los guardias restantes.

Salieron de detrás de las paredes y se encontraron con la más grata sorpresa.

Quitó el visualizador de un tirón, prácticamente tiró el arma al suelo, y corrió. Corrió aquellos tres escasos metros hacia Tobias.

Un Tobias jadeante, cojeando, cansado. Golpeado. Con un pequeño corte sobre su ceja, y otro en una de sus sienes, y sangre seca por todo su rostro.

Maldición.

—Ven aquí, idiota—, y se lanzó hacia él.

Pasó sus brazos sobre su cuello, con dedos ansiosos enterándose en su cabello. Respiración errática e irregular. Sintió sus tibias manos rodearla por la cintura, y podía jurar que su respiración se había cortado por aquella acción tan simple.

Pegó más sus cuerpos, si es que era posible. Y finalmente, no soportándolo más, tiró de él, enredando sus labios en un beso. Un compás sincronizado, desenfrenado.

Sus labios tenían un gusto ferroso, que conocía muy bien. Pero ahí estaba... ahí, casi imperceptible, casi pasando desapercibido el sabor de la sangre... justo ahí. La dulzura y el amor que él le tenía, la confianza. El deseo de protegerla a toda costa. La calidez, la frialdad, la suavidad, la dureza, la dulzura y amargura que era Tobias. Su hogar.

Everything I Wanted || Tobias Eaton (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora